Nippon Arigatto: Niebla en el lago Ashi

El día en el que tendríamos que haber visto la majestuosa silueta del legendario Monte Fuji se iba a convertir en la más frustrante de nuestro viaje, pues si más o menos el buen tiempo (o por lo menos la ausencia de lluvia) nos había acompañado hasta el momento, una espesa niebla acompañada de regulares chubascos de lluvia helada iba a ser la tónica de la jornada. En esas condiciones el Fuji ni estaba ni se le esperaba, así no había forma de ver su volcánica silueta recortada sobre el lago Ashi, por el que realizaríamos un pequeño crucero. 


Olor a huevos podridos

Con un tiempo desapacible como el descrito, empezamos el día subiendo a nuestro autobús que nos llevaría a la primera visita del día: la subida en el Hakone Ropeway al valle geotérmico de Owakudani, primer lugar desde el que teóricamente podríamos divisar el Monte Fuji... pero no.


Valle geotérmico de Owakudani

El trayecto en el Hakone Ropeway fue literalmente un paseo a ciegas por el interior de la espesa niebla que cubría Hakone y sus montes circundantes. Llovía, hacía frío... lo que viene siendo un día de perros vaya... nosotros ingenuos alimentábamos la esperanza de que al otro lado del trayecto del teleférico el tiempo mejorara y pudiéramos ver en algún momento algo, o por lo menos al bajar al lago Ashi al que iríamos más tarde cesase la precipitación, pero ciertamente no iba a ser esa nuestra suerte.


Por ahí resopla

Tras un trayecto no demasiado largo en las cabinas del teleférico, se llega a la base de visitantes del valle de Owakudani, valle de actividad geotérmica conocido por las emanaciones sulfurosas (y olorosas... a huevos podridos concretamente por su azufre) volcánicas que de allí emergen, y por ser uno de los puntos accesibles desde los que se puede ver el Monte Fuji... en un día con buena visibilidad, claro.

Nosotros lo máximo que pudimos hacer es tomar un refresco y pasear el rato libre que tuvimos por la zona viendo a lo sumo (y oliendo) algunas de las fumarolas sulfúricas demostrativas de la actividad volcánica y geotérmica del valle. Un producto tradicional de esta región relacionado con este vulcanismo, son unos huevos negros hervidos en las aguas termales, razón por la que adquieren el característico aspecto oscuro.


Cuestión de huevos

Desanimados por no haber vislumbrado la gloriosa efigie del Monte Fuji, retomamos nuestro camino cuesta abajo hacia nuestra siguiente parada, el lago Ashi, a través del cual realizaríamos un pequeño crucero atravesando el lago de norte a sur. 


Lago Ashi

El lago Ashi, conocido también como el lago de Hakone, es un gran lago de origen volcánico, pues se trata del cráter de la caldera del monte Hakone, que no deja de ser otro volcán. Es un lugar de lo que llamaríamos belleza escénica japonesa en cuanto a que es uno de los puntos más accesibles, incluso desde la capital, desde el que puede admirarse el Monte Fuji, razón por la que muchos operadores de cruceros tienen montados sus chiringuitos de navegación panorámica por el lago (incluso un operador con temática de barcos pirata... cuanto daño ha hecho One Piece).

Pero el día que teníamos que realizar la travesía no podía ser más deprimente. No solo el lugar estaba desierto, con toda seguridad por el tiempo de perros que hacía, si no que la niebla baja no dejaba ver ni tan solo los montes circundantes al lago Ashi, y menos aún evidentemente el Monte Fuji, nuestro objetivo principal que no hacía más que mostrarse tímido.

No hace falta más que vosotros mismos veáis las fotos aquí expuestas de tan deprimente jornada para daros cuenta lo insulso del crucero sobre el lago sin poder ver nada más que las orillas de cada lado... realmente una jornada totalmente perdida a causa de las malas condiciones meteorológicas que nos dejaron el peor mal sabor de boca de nuestra visita al Japón... aún bueno que fue el único día que nuestros planes no salieron como era de esperar.


Ni está ni se le espera

Para pasar el rato y hacer tiempo hasta la hora de comer, fuimos de visita al establecimiento de un maestro artesano tallador de madera, el cual nos hizo una demostración de su habilidad con el uso de las herramientas para dar forma a la madera o entretejer con esta diseños tradicionales japoneses con láminas muy finas.

Tras nuestro almuerzo nos dirigiríamos ya hacía la que sería nuestra última base principal de operaciones en lo que restaba de nuestro viaje en el Japón. Como no podía ser de otra manera, esta iba a ser la capital, Tokyo, a la que llegaríamos por la tarde y en donde ya realizaríamos alguna primera visita que narraré en la próxima entrada, acompañados aún por este tiempo de perros que nos desluciría aún nuestras primeras horas en Tokyo.

Por lo menos espero que pese a las inclemencias puntuales (y cuestión de mala suerte) del tiempo, haya transmitido que sin duda en óptimas condiciones esta hubiera constituido una interesante jornada de excursión a los pies del Monte Fuji, y que de hecho si alguna vez vuelvo a tener la oportunidad de realizar, planearé como parte de mi itinerario... eso si... ¡me aseguraré de que haga buen tiempo!


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