Nippon Arigatto: Enola Gay

Años de investigación en el más estricto secreto en el desierto de Nuevo Mexico alumbraron a Trinity, el destructor de mundos en palabras de Robert Oppenheimer. La madrugada del 16 de Julio de 1945 un nuevo e inédito sol de 19 kilotones amanecía dando lugar a una nueva era. Sus terribles vástagos serían lanzados por primera y última vez hasta hoy sobre ciudades habitadas.


La cúpula atómica


Como reza la canción de Orchestal Manoeuvres in the Dark (OMD), el 6 de Agosto a las 8:15h de la mañana, los relojes se pararon para siempre en Hiroshima tras la visita de Little Boy en brazos del avión Enola Gay, nombre de la madre del piloto del superbombardero B-29 Superfortress que lanzó el artefacto sobre la ciudad japonesa, coronel Paul Tibbets. 


Enola Gay
You should have stayed at home yesterday
Ah-ha, words can't describe
The feeling and the way you lied
These games you play
They're going to end in more than tears some day
Ah-ha Enola Gay
It shouldn't ever have to end this way
It's 8:15
And that's the time that it's always been
We got your message on the radio
Conditions normal, and you're coming home
Enola Gay
Is mother proud of little boy today?
Ah-ha this kiss you give
It's never ever gonna to fade away
Enola Gay
You shouldn't ever have to live this way
Ah-ha Enola Gay
You should've faded our…




Íbamos a dedicar la mañana de este cuarto día en el Japón a rememorar la historia del primer lanzamiento de la bomba atómica al final de la Segunda Guerra Mundial y conocer gran parte de los lugares e historias alrededor de este acontecimiento clave de la reciente historia de nuestra era, los ecos y consecuencias del cual alcanzan hasta nuestro presente.


El tren bala

Bien temprano, a primera hora de la mañana, tras tomar un frugal desayuno en el que era nuestro hotel frente a la estación de tren de Kyoto, nos dirigimos a esta para emprender nuestra excursión de un día fuera de la ciudad imperial, para alejarnos hacia el oeste del país y visitar dos emblemáticas ubicaciones, la para ya siempre con la destrucción asociada ciudad de Hiroshima, y la idílica cercana ubicación de Miyajima.


El tren bala

En apenas dos horas, atravesando ciudades como la anteriormente visitada Osaka y otras que deberán quedar para otra ocasión como Kobe, se llega pronto gracias al tren bala a la ciudad de Hiroshima, sede por ejemplo de la histórica marca de automoción japonesa Mazda, entre otras conocidas empresas, y único lugar por cierto, en el que me crucé con un auténtico luchador de sumo, ya que parecía ser se celebraba por aquellos días algún tipo de torneo. Preguntada nuestra guía sobre el sumo vino a decirnos que era algo así como los toros en España, algo que quizás había gozado de más afición antaño pero que en tiempos modernos era más bien seguido por la gente más mayor.


Hiroshima

Desde la estación un corto paseo nos separa del Parque de la Paz, icónica ubicación del hipocentro o zona cero de la explosión atómica de 1945, en donde aún se alza la cúpula del observatorio, siendo este edificio el más próximo que resistió la explosión producida a 600 metros de altura sobre su vertical. Little Boy, el nombre de la bomba de plutonio lanzada sobre Hiroshima, se convertía así en la primera bomba atómica en ser lanzada sobre una ciudad, siguiéndole tan solo 3 días después Fat Man sobre Nagasaki (y salvándose Kokura, otra ciudad cercana que era en realidad el objetivo primario pero que estaba cubierto por nubes y humo ese día, cosa que salvó la ciudad).


La guerra nunca cambia

Que decir... salvo que la visión de la estructura metálica aún en pie de la cúpula de acero en medio del silencio del Parque de la Paz constituye aún hoy una visión apocalíptica del poder mortal escondido en el átomo. Una primitiva bomba con un poder destructivo 100 veces menor del que tendrían las actuales dejó solo en pie ese macizo edificio de acero y hormigón armado, nada quedaría hoy del mundo entero si se liberase tan terrible tormenta de fuego.

El punto exacto donde cayó la bomba se aleja de la horizontal de la cúpula unos 150 metros, y ese punto exacto de la vertical está así mismo marcado por un lúgubre monumento informativo, prácticamente en forma de lápida, en el que puede verse una foto de tal y como quedó la ciudad tras la explosión del brutal artefacto.

Tras pasear junto al punto exacto de la explosión, fuimos ya a realizar el paseo por el parque realizando las correspondientes paradas en cada uno de los más importantes memoriales que en su recinto se encuentran: el templo de la paz, una especie de pérgola en donde se puede tocar una campana por la paz, el arco del memorial dedicado a las víctimas de la explosión, a través del cual se puede ver la cúpula aún en pie al fondo, los monumentos a las diversas víctimas como los trabajadores de mano de obra forzada coreanos que se encontraban ese día en Hiroshima, etc...


Memorial de la Paz

Para completar la experiencia y entender las repercusiones y consecuencias de tan singular hecho, acabamos nuestra andanza por Hiroshima con la visita a su Museo de la Paz, un lugar de conmemoración dedicado naturalmente a la historia de la bomba, el ataque, el final de la Segunda Guerra Mundial, y todas las historias personales, objetos y sucesos alrededor de ese día y de las personas involucradas.

Un tanto mustios ante tan gris historia como la que vivió Hiroshima en su más oscuro aunque reciente pasado, necesitábamos un poco de esparcimiento y relajación, cosa que podríamos conseguir en el agradable espacio natural de la isla de Miyajima en la bahía de Hiroshima. Hacia allí nos dirigimos para disfrutar libremente de este fantástico lugar.


Miyajima

Y como isla que es, tras un breve trayecto en carretera, lógicamente tuvimos que tomar un barco que nos llevase hasta esta isla enclavada en el entorno de la bahía de Hiroshima. Nada más llegar, somos recibidos por la icónica imagen del gran torii rojo a la orilla del mar. Siendo aún última hora de la mañana la marea aún está baja y se puede caminar hasta él, estando la playa de arena repleta de gente a su alrededor, cosa que por la tarde con la marea alta y el gran torii colorado emergiendo de las aguas del océano Pacífico no será posible.


El gran Torii rojo

Llamándose en realidad la isla de Itsukushima, todos se refieran a ella como Miyajima, o isla del santuario, precisamente por otro de sus grandes atractivos, el suntuario a pie de orilla dedicado a la deidad del mar, y es que el propio templo y sus pasadizos de madera parecen flotar sobre este cuando sube la marea. Esta es otra de las visitas obligadas, y justo el día en que visitamos la isla se realizaba algún tipo de celebración en la que las gentes caminaban descalzas sobre cenizas.


Santuario del mar

Es recomendable comer en alguno de los muchos restaurantes tradicionales que basan su menú en marisco y productos del mar de la propia isla como así hicimos, y para ello el mejor lugar es Omotesando y sus alrededores, o lo que es lo mismo, el conjunto de calles más comerciales del pequeño poblado de la isla alrededor del templo.

Una vez saciado nuestro apetito y de los diversos puntos de interés que se pueden visitar en la isla, dedicamos la tarde a dos de ellos en particular que por tiempo y proximidad eran los más adecuados: el antiguo salón de madera de Senjokaku, y la ídilica visión de postal de la pagoda de cinco pisos Goju no to, siendo esta otro de los iconos reconocibles de Miyajima.


La Pagoda de cinco pisos

Con el transcurrir de las horas pudimos apreciar de forma notable la subida de la marea y como el gran torii rojo sobre el mar se iba cubriendo con las aguas. Siendo nuestra visita durante el mes de noviembre, es este un mes ideal para contemplar los colores del atardecer y la flora otoñal, que dan al conjunto del torii flotante una visión especial, tanto que se considera como uno de los tres paisajes más atractivos que se pueden contemplar en Japón.


Marea alta

Ya hacia al atardecer nos disponíamos a tomar el ferry de vuelta para regresar de nuevo en el tren bala a Kyoto, donde llegaríamos ya oscurecido tras un largo aunque fructífero día de excursión en el que el cansancio desde luego ya hacía mella. Desgraciadamente iba a ser esta la última noche en Kyoto, aunque íbamos a dirigirnos al día siguiente a la que quizás sea aún una de las auténticas zonas más representativas del Japón profundo, feudal y ancestral... nos dirigíamos hacia el camino del Samurai.


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