Nippon Arigatto: Fortaleza volante Guru

Si desde hacía mucho algún destino había sido particularmente apetecible pero nunca se había terciado la ocasión de visitar, no iba a pasar de ese ya tan lejano en muchos sentidos 2018 que se cumpliera ese deseo. Por alguna razón, el 2018 fue el año más fructífero en cuanto a viajes se refiere. Si ya en la primavera de ese mismo año realice a la Costa Este de Estados Unidos el que a día de hoy sigo pensando fue el mejor viaje de mi vida por lo rodado que fue todo en cuanto a planificación y realización, este impensable viaje, la idea del cual surgió prácticamente de un día para otro, no le iba a ir a la zaga en cuanto a disfrute.

Hallábase Gatto aburrido una tarde de allá el mes de Julio de aquel caluroso verano pensando en que le quedaban como dos semanas de vacaciones para otoño y que no sabía muy bien que hacer con ellas. ¿Pero donde se puede ir sobre Noviembre que ya la luz no es la misma, se hace de noche antes y según donde hace ya más bien frío? Una idea acudió rauda a mi mente, un lugar que se recomienda visitar precisamente en primavera o... en otoño... debido al cambio de coloración de los paisajes atiborrados de árboles de cerezo.

Pero eso era una locura. Aún recuperándome del dispendio aflojado en la realización del portentoso viaje por la Costa Este de Estados Unidos, ¿cómo iba a pensar en largarme prácticamente cinco meses después a la otra punta del mundo? Pero la llamada cual canto de sirena del país de los brutos mecánicos y los guerreros de pelo amarillo no cesaba, por lo que más como por tontería y curiosidad empecé a mirar como sería posible ir hasta allí, y si podría llegar a encajar con los días que me quedaban libres.



Efectivamente al poco ya estaba perdido. Cautivado por las posibilidades que ante mi se desplegaban no pude decir basta, y todas las señales que me daba el universo parecían empujarme hacia ello... hasta un amigo que se casaba en los próximos meses había elegido ese destino como paradero en su viaje de bodas... ¿iba acaso yo a ser menos sin necesidad de casarme? ¡Por supuesto que no! Con lo que empezó la odisea de buscar una opción de vuelos lo bastante flexible y económicamente asequible (que no barata) que permitiera encajar mi disponibilidad con la ruta que empezaba a fraguar en mi imaginación... la cuadratura del círculo.

Se eligió como fecha de perpetración de esta locura máxima los días del 30 de octubre a 12 de noviembre de 2018. En el mismo año con pocos meses de diferencia iba a estar en los dos lados opuestos del mundo, lo cual no deja de parecerme ahora mismo y en las circunstancias en las que nos encontramos en este 2020 algo perversamente inquietante... el World is mine de Tony Montana era real en ese momento. Me iba a Japón en un viaje medio organizado, medio con días a mi aire y visitas expresamente configuradas y pedidas por mi.

Otro conveniente artículo a configurar, sobretodo si había días que íbamos a ir por nuestra cuenta, es contar con una tarjeta SIM que durante los aproximadamente quince días de estancia en el país me permitieran contar con una conexión de datos en todo momento a Internet, no solo para posturear en Instagram mis andanzas, si no para poder usar los mapas para saber por donde moverme así como algunas aplicaciones relacionadas con el metro y los transportes públicos. Hay en todo caso varías compañías que ofrecen este servicio y elegí la de HolaFly, de quien recibí en pocos días una tarjeta SIM que podría ser activada en cuanto llegase a Japón.


Expedición hacia lo desconocido

Si un chico mazado con el pelo lila venido del futuro en el 2010 cuando apenas viajaba me hubiera dicho que el 30 de octubre de 2018 estaría por enésima vez en el aeropuerto de Barcelona esperando un vuelo de Emirates con escala en Dubai para llegar a Osaka, le hubiera contestado que más me hubiera creído el cuento de los androides asesinos que aparecerían de la nada en una isla de un mundo que no existe.

Pero con el recelo habitual ante los retrasos, la tripulación ausente y los mil pormenores que pueden afectar a la salida puntual de un vuelo de tales características, allí me hallaba esperando mi turno a embarcar, esta vez en escrupuloso horario. Un diez para Emirates y sus coj... espléndidos Airbus A380, unas impresionantes bestias voladoras en configuración de asientos 3-4-3 por fila con toda la distracción y confort que un pobre viajero de clase turística pueda permitirse.

Me había podido configurar el trayecto de ida de tal forma que apenas en siete horas apareceríamos en Dubai, en donde tras una corta escala de poco menos de dos horas podríamos coger el vuelo más largo que nos llevaría hasta Osaka, en la isla principal del Japón. Partiendo a media tarde, el primer vuelo aún se hizo más o menos corto, sobretodo viendo alguna de las películas a disposición de los pasajeros en nuestra unidad de entretenimiento individual. Así pues, sobre la una de la madrugada ya del día 31, llegamos a una de las terminales del aeropuerto internacional de Dubai, viendo atisbo durante el aterrizaje de la espectacular torre Burj Khalifa, actualmente el edificio más alto del mundo.

Tras adquirir en una de las tiendas aún abiertas de la terminal unos sabrosos frutos secos árabes a cascoporro que comeríamos mientras esperábamos nuestro enlace, nos sentamos a esperar información del estado de nuestro siguiente vuelo, al que sin mayor problema pudimos embarcar, ya ciertamente más soñolientos a la hora prevista. Un vuelo ya nocturno, más tranquilo y vacío al que entregaban a modo de cortesía un estuche con antifaz, calcetines y otros adminículos, junto a manta y almohada.


Expectativas sobre un vuelo a Japón

Me gustaría poder decir que en casi otras diez horas de vuelo felizmente dormido llegamos a Osaka, pero la realidad es que pese al respetuoso sepulcral silencio oriental, se me hace muy difícil dormir de forma satisfactoria en un avión, por lo que este segundo asalto de vuelo fue mucho más pesado. Tras esas diez horas aparecíamos sobre el Japón cuando prácticamente anochecía ese día 31 de octubre.

Tras aterrizar y arreglar el papeleo de pasaportes, nos encontramos con nuestro enviado para recibir a los viajeros y llevarnos al Hearton Hotel, que sería nuestro hotel en Osaka para aquella noche. Pese a la globalización del mundo y la tendencia a la uniformidad de este, persiste la sensación de que cuando más lejos te vas mayor sensación de hallarte en otro planeta te embarga... esta fue un poco la primera sensación que tuve al mirar a mi alrededor durante los primeros pasos, y lo que tenía que venir.


Osaka Night Call

Una vez establecidos en nuestro hotel a una hora aún nada escandalosa, disponíamos de total libertad hasta el día siguiente para explorar la noche de Osaka. Situado nuestro hotel cerca de la estación central, se planteaban diferentes posibilidades según lo que había estudiado durante mi planificación, a saber: 

  • Disfrutar de las vistas y de una puesta de sol espectacular desde el Umeda Sky Building (al lado del hotel), un futurista edificio que merece la pena visitar, aunque sólo sea por subir unas escaleras mecánicas ‘flotantes’ y contemplar una vista urbana al estilo Blade Runner.
  • Tomar algo en los bajos del Umeda Sky Building, en alguno de los bares y restaurantes del callejón gastronómico Takimi Koji, inspirado en la era Taisho.
  • O incluso acercarse al Gate Tower Building, un edificio singular por el interior del cual pasa una autopista. Sí, habéis leído bien… ¡una autopista!

De todo esto, excepto ver el callejón gastronómico que estaba al lado del hotel, se fue prácticamente todo a tomar viento, porque había otra zona, que siendo además aquella casualmente la ampliamente celebrada en Japón noche Halloween, merecía mucho más la pena conocer durante el poco tiempo (y única noche) que íbamos a estar en Osaka: Dotonbori.

¡No dejéis de leer el próximo post de esta nueva serie dedicada a mi viaje a Japón! En él os hablaré más extensamente sobre el Dotonbori de Osaka, el primero de los lugares de muchos más que veríamos durante nuestro viaje por Japón iluminado hasta extremos insospechados en lo que bauticé como chorros de luz, más abundantes aún en Tokyo.


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