Nippon Arigatto: El Último Samurai

Al amanecer del quinto día de nuestro viaje por tierras niponas, abandonamos Kyoto para dejar atrás por el momento grandes ciudades y virar al norte para adentrarnos en el Japón profundo y rural, el que conserva aún la auténtica esencia Samurai, siguiendo la senda que se interna en los llamados Alpes Japoneses.


Antigua posada de la Ruta Nakasendo

Por el camino íbamos a tener la oportunidad de comprobar ya más claramente las tonalidades de colores otoñales en la vegetación de las montañas, a través de la histórica ruta Nakasendo (que no Nakasone... más reminiscencias de Humor Amarillo y los cañones de Nakasone... si tu nivel de frikismo es acorde al del autor de este blog ya sabes a qué me refiero), que nos llevaría desde Magome a Tsumago, y finalmente a nuestra base por aquella noche, en la capital de la provincia productora de sake de Takayama


Los Alpes Japoneses

Las carreteras que atraviesan los montes llamados popularmente Alpes Japoneses, en los que de hecho se encuentran villas llamadas alpinas rodeadas de bosques de cedros, corresponden al equivalente moderno de lo que era la antigua ruta Nakasendo, que unía diferentes provincias con Tokyo a través de Kyoto durante la época feudal. De hecho se conservan fragmentos de la calzada de losas de piedra original, que une las localidades de Magome y Tsumago, unos 8 kilómetros de calzada de piedra intacta tal y como era cuando samuráis y mensajeros transitaban por ella.


Ruta Nakasendo

Sendas villas ya son suficientemente atractivas por si mismas, compuestas de estrechas callejuelas rodeadas de pequeñas casas tradicionales de madera, un paisaje en donde el tiempo parece haberse parado en la época feudal. Cada una tiene atractivos propios de sobra: frondosa vegetación circundante, norias de agua, antiguas señales del camino histórico, ruinas de antiguos castillos... paisajes que recuerdan en definitiva a las idílicas postales de películas como El Último Samurai, que en realidad en cuanto a planos al aire libre fueron rodados en localizaciones como Nueva Zelanda, pero que reproducían los alrededores del Monte Fuji, que serían precisamente los de los Alpes Japoneses.

Los paseos por cualquiera de los dos pueblecitos son disfrutables por igual, y permiten imaginar como era esa vida rural y feudal plasmada en tantas películas. Inevitablemente los numerosos puestos de recuerdos y mercadeo turístico pueden desvirtuar esa estampa, pero no son aún lugares masificados debido a su aislamiento, y en ellos aún se pueden disfrutar almuerzos auténticos en sus posadas tradicionales, si no comer directamente en puestos callejeros productos locales como las almendras o castañas.


Ruta Nakasendo

El único pero de este día es que iba a ser más una jornada itinerante en ruta, que aunque con visitas en estos idílicos parajes se iba a hacer algo pesada debido al largo trayecto en autobús hasta llegar a nuestro destino final: Takayama. Como toda la región en realidad, esta capital de provincia es lugar de de baños termales (onsen) y de producción de licor de arroz (sake), tradiciones que íbamos a explorar más y mejor durante la tarde noche.


Takayama

A media tarde, tras instalarnos en el Takayama Green Hotel Onsen, que sería nuestro hogar por esa noche, nos dispusimos a aventurarnos por las calles comerciales tradicionales de Takayama, con locales dedicados mayormente a la producción de sake en donde no solo es posible probar diferentes tipos de este licor (muy bueno el de limón por cierto del que adquirí una botella...) sino más que recomendable para conocer diferentes variedades, tanto afrutadas, secas, suaves o fuertes.

Takayama, sobre todo comparada con ciudades japoneses de literalmente millones de habitantes, no deja de ser poco más que un pueblo un poco grande, por lo que tras oscurecer las tiendas no es que abrieran hasta muy tarde, y volvimos hacia nuestro hotel para prepararnos para el baño y la especial cena que íbamos a disfrutar esa noche.

La peculiaridad de nuestra pernoctación de aquella jornada iba a ser que nos hospedábamos en un hotel con baños termales (onsen), que vendría a ser el equivalente de lo que es un spa aquí, pero con una diferencia fundamental no tan habitual por estas latitudes, y es la obligación (o placer) de tener que hacer uso de los baños en pelota picada, lo cual puede hacer sentirse a según quien no del todo cómodo ante tan inquietante panorama... eso si, los baños se separan por sexos, cosa que en otros lugares como Baden Baden en Alemania, no son tan escrupulosos.


Diferentes variedades de sake

Sobre rituales de como colocarse la yukata (bata tradicional japonesa de andar por casa que se usa en estos hoteles de tipo baños termales... algo así como lo que vendría a ser un kimono para hombre) mucho habría que hablar también para no ir dando mal fario según por el lado que se meta una capa bajo otra, pues podría estarse colocando como se hace con los difuntos... y por esa misma razón, nunca, nunca debe ser blanca.

Tras un relajante baño prácticamente en soledad, en el que se podían disfrutar hasta de piscinas al aire libre (cualquiera salía del agua caliente con la rasca que hacía al aire) y armados de nuestra tradicional vestimenta consistente en yukata y obi, acabamos la jornada tomando una cena tradicional y realizando una foto de grupo totalmente mimetizados como auténticos nipones... ¡una cena inolvidable!

Visto en perspectiva no hubiera estado nada mal permanecer por lo menos otro día en este entorno de relajación alpina, pero iba a ser una parada fugaz, pues al día siguiente partiríamos hacia un nuevo lugar desde el que para el otro día intentaríamos vislumbrar el legendario Monte Fuji... aunque esa vez si que no nos iba a acompañar la suerte, convirtiendo la siguiente jornada en la más frustrante de nuestra estadía en el Japón. Habrá que volver para resarcirse...


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