Nippon Arigatto: Heidi is turning Japanese

Tras la noche anterior en la que habíamos disfrutado de una cena típica japonesa en el hotel onsen donde nos alojábamos, partíamos esa mañana de vuelta más o menos hacia la civilización pero aprovechando el día para hacer una excursión de mañana en el que sea quizás el pueblo más reconocido y bonito de los Alpes Japoneses, Shirakawago, en la prefectura de Gifu. No es casualidad que junto a otra población vecina fuera nombrada en los años noventa como Patrimonio de la Humanidad, pues este bonito pueblo conserva verdaderamente la esencia del Japón rural ancestral, con sus tradicionales casitas de paja, que han convertido a esta pequeña aldea en un punto obligatorio de visita y un enclave idílico como valle donde se ha parado el tiempo entre las montañas.


Casitas de paja de Shirakawago

Tras esa pequeña excursión para despedirnos de los idílicos Alpes Japoneses, íbamos a pasar más bien el día en ruta, llegando primero a Nagoya, donde comeríamos ese día, para más tarde dirigirnos a la que sería nuestra base de pernoctación de esa jornada, Hakone, en preparación para la frustrante próxima jornada en donde teóricamente debíamos poder ver el legendario Monte Fuji... sin éxito.

Si tuviera que elegir los días más flojos de nuestro viaje sin duda serían estos dos, el pasado en ruta prácticamente para llegar a Takayama, y este otro que pese a la excursión matutina fue un poco más de lo mismo, y es que llegamos ya tarde a Hakone, que no deja de ser otro pueblo, sin gran cosa que hacer una vez que ha oscurecido, salvo tomar copas con otros viajeros.


La aldea de Shirakawago

Tras dejar nuestro hospedaje y en más o menos una hora de camino, llegamos al conjunto histórico de la aldea de Shirakawago, caracterizado por sus tradicionales casas de techo de paja llamadas gassho-zukuri, de gran altura y techo triangular. Realmente son edificaciones de dimensiones notables, teniendo más en cuenta que algunas tienen hasta 250 años de antigüedad, por lo que muchas han sido reconvertidas a restaurantes u hoteles... a mi más bien me recordaban a la casa de Heidi, y es que al fin y al cabo, los dibujos de Heidi también eran japoneses, y contemporáneos de Mazinger Z para más inri.

Antes de internarnos en la aldea, a la que se accede a través de unos puentes sobre el río, hicimos una parada en el mirador de Shiroyama, al norte del poblado, desde el que puede contemplarse una completa panorámica de la aldea con sus casitas de techos de paja... este es el mejor punto desde el que fotografiar el conjunto.


Aldea principal de Shirakawago

Algunas actividades que pueden realizarse incluyen tanto disfrutar del propio bucólico entorno de la aldea, con decoraciones rurales de espantapájaros y campos de coloridas flores, el río que atraviesa la villa, curiosear en las muchas tiendas de recuerdos en las que han sido reconvertidas algunas de las casitas, o justamente visitar por dentro alguna de las casas que allí se encuentran que conservan aún su esencia tradicional.


Flores

Tuvimos un buen rato de libertad para explorar por nosotros mismos, y pese a que fuera un lugar de paso hacia la nueva ubicación que nos estaríamos moviendo por el resto del día puedo decir que bien mereció la pena la visita con el aliciente del cambio de colores otoñal de las hojas rojas de los árboles, que siempre es una de las estampas más características de estos parajes y que en esta aldea fue donde por primera vez pudimos observar más claramente.


Espantapájaros

Como hacía referencia al principio de esta entrada, no todo iba a ser tan fantástico, ya que prácticamente el resto del día nos lo íbamos a pasar en tren o autobús para llegar a nuestro siguiente destino y el que sería nuestro lugar de acampada para esa noche: Hakone. Para hacerlo más ligero realizamos una parada para comer en Nagoya (mítica ciudad que siempre, siempre, siempre, invariablemente destruían precisamente los brutos mecánicos de Mazinger Z), para luego del tirón llegar a Hakone y pasar la noche en un hotel algo apartado de la población, por lo que no hay gran cosa destacable más a comentar de este flojo día.

Y eso que el siguiente tampoco iba a ser lo mejor, que le vamos a hacer jajaja... lo cierto es que ya llevábamos unos cuantos días en Japón y habíamos tenido un tiempo espléndido hasta entonces, pero como estaba claro que no iba a durar en noviembre el buen tiempo eternamente, el día siguiente se levantó con una niebla y lluvia atroz que nos iba a impedir ver la montaña sagrada... si acaso fugazmente la veríamos en algún momento desde el tren bala, pero no desde el lago de Hakone como teníamos previsto... en fin, narraré esta desventura tal como se produjo en mi próxima entrada... luego ya mejora!


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