Nippon Arigatto: Cyberpunk night

Gracias a mi casadero amigo mencionado en el entrada anterior, iba ya convenientemente instruido para la utilización del transporte público en Japón, mayormente en lo que a trenes de cercanías y metros se refiere. Si una cosa buena tienen los nipones en la extensión de todo su país, es que con las mismas tarjetas de abono de transporte público, independientemente de la ciudad, pueden usar se sus transportes públicos mediante el uso del mismo título.

Durante su viaje en setiembre, mi amigo había adquirido para él y su mujer sendas tarjetas SUICA, que mediante previa carga de yenes como tarjeta monedero, permitían usar el crédito en acceder a estos transportes, yendo descontándose este crédito de la tarjeta conforme a los importes de uso del transporte público de cada ciudad según el recorrido realizado.

Como adelantaba en la entrada anterior, la primera experiencia de uso de este sistema de tarjetas fue para dirigirnos hacia el Dotonbori de Osaka. Estando nuestro hotel cerca de la enorme estación central de Osaka, terminal de todo tipo de transportes (metro, tren, autobús...) nos dispusimos a cargar crédito en nuestra tarjeta mediante una de las máquinas automáticas a tal efecto, experiencia en efecto chocante, ya que por toda indicación aparecía en su pantalla un conjunto de ininteligibles caracteres japoneses.


Puuuul-pooo


Apurado ya por la cola que detrás mio se estaba formando, intuí que una vez puesta la tarjeta dentro de la máquina bastaba con introducir la cantidad de yenes deseada a cargar por la ranura de billetes de esta. Cabe decir que en todo momento me encontré en mis andanzas por el Japón personas extremadamente amables y educadas, hospitalarias y serviciales hasta lo impensable: algunos que nos encontraban mirando el mapa y nos preguntaban como podían ayudarnos, y otros, hasta en dos ocasiones, llevado al extremo, que se desvivieron tanto en ayudarnos que nos llevaron hasta el punto que estábamos buscando alegando que no era ninguna molestia ya que estaba allí mismo. Creo que algo así sería impensable como norma común en nuestra sociedad, y personalmente tanta atención procurada me hacía sentir mal poderla pagar solamente deshaciéndome en agradecimientos.

Cierto es que otra de las peculiaridades de los japoneses, pese a su afán de ayudar al necesitado, es en ocasiones su difícil entendimiento de los extranjeros. Muchos de ellos por norma (y eso si que sería comparable a nuestro país, aunque aquí la reacción es diferente) no hablan inglés ni ninguna otra diferente al japonés, por mucho que se piense que quizás lo aprendan en el colegio. Ello causa que cuando te diriges a un japonés que no te entiende, se te quede mirando sonriendo como sin saber qué hacer... rasgo distintivo cultural.

En el caso comentado de la estación cargando por primera vez crédito en la tarjeta, fue la chica de detrás nuestro en la cola la que se adelantó para ayudarme y descifrar lo que me quería decir la maldita máquina, de forma que pude acabar gracias a su ayuda la transacción. Con crédito fresco en nuestra tarjeta monedero, pudimos por fin dirigirnos hacia la línea de metro que nos llevaría a la estación de Dotonbori.


Halloween en Dotonbori

Al haber llegado al Japón la noche del 31 de Octubre, ello significaba que se celebraba la noche de Halloween, costumbre americana no tan extendida posiblemente en Europa en general, pero de la que quedamos completamente flasheados que tuviera tanta acogida en Japón. Ya en nuestro trayecto en metro nos acompañaban multitud de adolescentes disfrazados de personajes manga o superhéroes si no de más bizarros motivos, que resultó que iban justamente hacia Dotonbori.

En efecto, Dotonbori es algo así como uno de los centros neurálgicos de Osaka. Se trata de una larga avenida rodeada de altos edificios y cruzada por puentes, al borde de la cual como si de una pequeña Venecia oriental se tratara, discurren canales por los que transitan embarcaciones. Su mayor atractivo y la que convierte a esta avenida en un gran reclamo turístico nocturno, son sus grandes y luminosos neones, además de la multitud de restaurantes y locales de ocio nocturno que se encuentran en la zona.


Calles de neones y restaurantes


El origen del canal, se remonta al siglo XVII, a la propuesta de Yasui Doton (impulsor al que debe el canal su nombre) de construir un canal fluvial que uniera los dos ríos de Osaka, el Umezu y Yokobori, para impulsar el negocio local. Antiguamente poblado de teatros tradicionales y otros establecimientos más acordes a la tradición, han sido sustituidos en la actualidad por centros comerciales, restaurantes y edificios cubiertos de neones que dan ese aire cyberpunk de Blade Runner tan característico a esta zona. Sumado a las hordas disfrazadas que abarrotaban las lindes del canal y sus puentes, el efecto se amplificaba aún más si cabe.

De entre los característicos carteles luminosos, destaca por su eminencia y empaque el cartel de Glico Man, un imponente neón de la altura de un edificio entero que representa un atleta corredor triunfante sobre una pista azul de tierra batida. Siendo este el símbolo principal del Dotonbori, representa a la empresa local de alimentación Ezaki Glico. Se ha de tener en cuenta además que no se trata de neones estáticos, si no que el dinamismo de sus efectos luminosos pueden fácilmente hacer lanzar espumarajos epilépticos a los más estoicos.


Cenando a orillas del canal

Tras explorar la zona, con nuestro reloj biológico totalmente descompensado, decidimos que dado el horario local quizás era tiempo de tomar nuestra primera cena. Había un manjar que tenía muy claro sería uno de los primeros en probar a la mínima ocasión que tuviera, la carne de Kobe, por lo que nos metimos de cabeza en unos de los restaurantes a orillas del canal que la ofrecía.

La selección de las piezas para el no avezado puede convertirse también en un pequeño jeroglífico, ya que de la popular carne de ternera nipona existen diferentes grados y calidades que hacen variar su precio exorbitantemente, por no hablar de la diferencia entre la carne Wagyu y la de Kobe. Toda la carne con el sello "de Kobe" es Wagyu (siendo esta la raza del animal), pero no toda la carne Wagyu recibe el sello "de Kobe", ya que es por así decir una denominación de origen que se concede bajo la escrupulosa observación de ciertos criterios de crianza.

Con la elección de una pequeña pieza de la característica carne veteada para cada uno, esperamos a que nos sirvieran la carne preparada en pequeños cortes para ser colocada sobre planchas en la propia mesa a la que se cocina por el propio comensal a su gusto. Una excelente vianda de bienvenida para nuestra primera noche en Japón.


Orillas del canal


Con el estómago contento, nos fuimos a tomar el metro de vuelta, y yo ya no sé si por efectos exacerbados del jet lag o confusión total, nos perdimos por los alrededores de la estación de Osaka y no tenía narices de encontrar el camino al hotel... y eso que llevaba Google Maps, pero que era completamente inútil bajo todos los techados que ocultaban la señal de los satélites. Tras media hora de perpleja búsqueda, encontré la salida correcta de la estación hacia nuestra calle, y al hotel hasta dormir hasta el día siguiente, o intentarlo, ya que la descompensacíón de nuestro reloj interno hizo en mi caso que abriera los ojos como platos sobre las cuatro de la madrugada imposibilitado a dormir más.

Al día siguiente íbamos a visitar el monumento más representativo de la ciudad antigua y uno de los castillos medievales más importantes del Japón, el Castillo de Osaka, tras lo que nos dirigiríamos hacia nuestro siguiente destino, Nara, en donde haríamos otra visita antes de la llegada a la que sería nuestra base de operaciones para los siguientes días, Kyoto.

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