El país de los Cátaros: Castillos, abadías y loseta

El segundo y último día de esta pequeña incursión fuera de nuestras fronteras iba a amanecer tranquilo y como escapada prácticamente improvisada, de forma más que relajada, disfrutando aún en Mirepoix de un pausado desayuno en una de las terrazas de la plaza mientras alrededor se juntaban los puestos de un mercado de cachivaches cualquiera de domingo al que con curiosidad más tarde daríamos un vistazo... lástima no encontrar una parada dedicada al mercadeo de monedas y billetes antiguos, afición viejuna al coleccionismo de estos objetos que practico cuando me acuerdo. 

Aunque normalmente cual cuadriculado ingeniero salgo previamente con mis planes totalmente establecidos desde casa, surgió la noche anterior introducir una variación en nuestra ruta del día que fue acogida con entusiasmo: en lugar de visitar de nuevo y comer en la omnipresente Carcassone como estaba previsto, nos inclinamos a cambiar nuestros planes para explorar una gruta cercana llamada de Limousis, para más tarde dirigirnos hacia el poblado medieval de Lagrasse antes de volvernos aún con temor al cierre de fronteras y quedarnos para siempre vagando por los campos occitanos.

De campos occitanos trata precisamente el juego de mesa de losetas Carcassone, sin poderme sacar de la cabeza la similitud entre las losetas y el paisaje de esos campos y que jugar al Carcassone en Carcassone debía ser una de las experiencias más absurdas realizables por aquellos parajes. Creo que esto del confinamiento me ha afectado a la cabeza, pero no podía dejar de exclamar mientras conducía... ¡mira, un castillo!¡mira, una abadía!


Gruta de Limousis

Tras recorrer un buen trecho internándonos en los últimos trozos por escabrosos caminos vecinales que no sabíamos muy bien a donde llevaban, llegamos al chiringuito que da acceso a la gruta de Limousis con la suerte de que en pocos minutos empezaba una de las visitas guiadas que se suceden aproximadamente cada media hora. Lo sé, lo habitual es llegar cinco minutos después y no cinco antes, por una vez la ley de Murphy se fue de vacaciones.

Ya que las visitas guiadas se realizan exclusivamente en francés y nuestro dominio de la lengua franca se reduce a limitados chascarrillos de los que canta Alizée en sus canciones, fuimos por lo menos gratuitamente pertrechados con sendos telefonillos que nos ilustrarían sobre las maravillas de la cueva de forma automática conforme avanzara nuestra visita.

Si nunca habéis visto una cueva de estas características la visita puede estar bien, pero francamente he visto muchas y mucho mejores. Una particularidad del sitio es que es una de las cuevas abiertas al turismo en Francia desde hace más tiempo, remontándose su apertura a la segunda mitad del siglo XIX, pero muchas de sus formaciones han sido maltratadas por el tiempo cuando no directamente amputadas, y destaca únicamente por las formaciones cristalinas de aragonito que pueden contemplarse de forma más directa en su última sala visitable. Como en todas partes, la cueva sigue y sigue y sigue, pero solo una pequeña parte es la que está habilitada, y siempre parece que se acaba en lo mejor.

Realizada pues nuestra un tanto indiferente visita, procedimos a dirigirnos hacia Lagrasse, pasando eso si por Lastours (literalmente las torres) a echar un último vistazo a los vestigios de otra de tantas de las fortalezas cátaras y castillos fronterizos que pueblan la región como setas. Por lo menos durante esta jornada las carreteras no serían tan inverosímilmente estrechas como a tramos habían sido durante el día anterior, cosas del GPS que me mantuvo en un estado constante de alerta mientras conducía.

Lastours

Pese a que nuestra idea hubiera sido parar en el pueblo de Lastours al pie del castillo y trepar hasta las torres, la ya avanzada hora y escasez de aparcamiento en el que poder dejar el coche en el pueblo, pues estaba todo ocupado, nos hizo desistir, por lo que lo único a lo que pudimos aspirar es a ver una de las grandes torres aún en pie por el lado de atrás del pueblo en un apartadero de la carretera.


Castillos de Lastours


El complejo de Lastours se compone en realidad de una serie de cuatro castillos agrupados en torno a los salientes rocosos de la montaña al pie de la cual se encuentra el pueblo que da nombre al conjunto, siendo uno de los bastiones de defensa de la herejía cátara durante las guerras de la cruzada que condujeron a la extinción a sus miembros.

De camino a Lagrasse pasamos aún cerca del más grande y conocido poblado, Carcassone, que conserva gran parte de sus murallas en pie y destaca con su camino de ronda al pie de sus grandes torres. En alguna otra ocasión hablaré de este cercano e imprescindible enclave, parque temático medievalista por excelencia conocido como La Cité.

Lagrasse

Así que en lugar de sumergirnos en el universo de Exin Castillos de Carcassone, nos fuimos a la más tranquila Lagrasse a dar un paseo por sus calles medievales a orillas del río Orbieu. En la generalidad de su conjunto medieval, destaca el puente viejo sobre el río desde el que se puede ver la abadía de Lagrasse, que en su momento fue una de las más destacadas de la Europa Occidental durante el medievo.

Como antigua capital del cantón de Corbières, se pueden encontrar también en esta localidad pequeñas bodegas de vino de esa denominación de origen que ofrecen catas y venta de sus productos. Así fue como antes de emprender nuestro camino de vuelta nos entramos a un garaje particular en el que se publicitaban estos productos, y tras realizar una cata nos sentimos en la obligación de adquirir una de las botellas de vino blanco (y digo obligación porque hombre... honestamente no era un vino particularmente espléndido).

Nos quedó pendiente realizar como última visita de esta escapada una parada en la maternidad de Elna, famosa en la época posterior a la Guerra Civil Española por acoger a mujeres y niños refugiados republicanos que huyeron del país traspasando la frontera ante el avance de las tropas nacionales y la derrota final que puso fin a la guerra. Pero ya se había hecho tarde y era imposible llegar mientras estuviera aún abierto para ver la exposición, por lo que es un hito que nos quedará pendiente para nuestra próxima visita al país vecino.

Así acaba pues esta escapada no tan planificada como de costumbre, realizada más por el afán de expandirnos tras el prolongado cautiverio que de sistemáticamente realizar visitas con un plan trazado. Otro estilo, ni mejor ni peor, pero que nos ha dado la flexibilidad de poder variar nuestra idea inicial para explorar otros lugares.

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