Pirigatos Andorranos: Escapada a Escaldes

A punto de empezar otra gran aventura (aunque cuando publique esto a saber si ya habré vuelto incluso) me dispongo a narrar mis pírricas (por no decir nulas) vacaciones de verano de este año, que se redujeron a un fin de semana que pasé con Gatta en ese pequeño país de los Pirineos llamado Andorra.

En parte si me decido a escribir sobre ese fin de semana, es porque realmente parece que en foros de Internet no haya excesiva información de otros viajeros que hablen sobre su experiencia en Andorra, por lo menos en español, ya sea porque está tan al alcance que no se le presta atención, o porque todo el mundo va solo en invierno a esquiar y poco más y a lo sumo durante el resto del año a comprar azúcar y alcohol de garrafón.

En realidad, incluso en verano cuando no hay nieve, Andorra tiene algunas cosas más a ofrecer (siendo franco no demasiadas tampoco, pero alguna que otra) que merecen dedicarle unos cuantos días si nunca antes se ha estado. Sin ser mi primera vez ni mucho menos (es un lugar de visita recurrente desde mi infancia) pero diría que más de quince años después de mí ultima estancia, planeamos un viaje relámpago de un par de noches para hacer una visita lo más completa posible a los lugares más relevantes, e incluso una pequeña excursión a pie.


Llegada: Viernes noche

Tórrido como era de prever se presentaba aquel fin de semana de agosto, por lo que una huida en coche a Andorra en donde en teoría las temperaturas serían más soportables se presentaba bastante apetecible, por lo que tras recoger a Gatta en su gatera, nos pusimos en marcha y tomamos la ruta que por carretera entre pellizcos (literalmente) tras unas casi cuatro horas nos llevaría a Andorra. Los últimos kilómetros por la N-260 hasta la Seu d'Urgell y la N-145 que lleva a Andorra son los que más pesados se hacen, pues son frecuentes las retenciones.

Hacia las siete de la tarde llegamos por fin a Escaldes y aparcamos temporalmente a dejar las cosas frente al que sería nuestro hotel esos dos días, el Tulip Inn Andorra Hotel Delfos, a un precio muy asequible ya que durante el verano claramente no hay tanta ocupación.  Tras dejar nuestras cosas dejamos el coche ya aparcado hasta el día siguiente en un parking público en la misma calle del hotel, la Avenida del Fener. Tener toda la noche el coche hasta la mañana siguiente nos costaría cada día entre 10 y 15 euros, no precisamente asequible pero tampoco una barbaridad.


Escaldes-Engordany

Mis recuerdos de infancia sobre Andorra eran algo así como un lugar fantástico en el que se podían comprar a precios irrisorios todo tipo de juguetes relacionados especialmente con el maquetismo de trenes, galletas, aspirinas francesas porque por alguna extraña razón los adultos estaban obsesionados con las aspirinas francesas, y cantidades ingentes de alcohol y azúcar. Ya que se va aún se puede aprovechar para comprar, pero ahora mi intuición me dice que ya no vale tanto la pena.

En todo caso, lo que quedaba de esa tarde la dedicaríamos a pasear por la Avenida Meritxell de Escaldes, la calle principal del pueblo que durante los últimos años también ha evolucionado y ahora es completamente peatonal. Pese a la adecuación urbanística un amargo sentimiento de nostalgia me asalta... ¿por qué ahora parece todo tan para guiris? Que yo recuerde nunca se había comido especialmente bien en Andorra, pero ahora todo parecen bares postizos y restaurantes de comida rápida atendidos por extranjeros y orientados al turismo.

La Avenida Meritxell, reciclada o no, la recordaba como lo que es junto a su vecina Avenida Carlemany. Es decir, la calle de tiendas y compras de Andorra llena de perfumerías Julia, supermercados, tiendas de deporte y demás. Para ser esctrictos, la Avenida Meritxell con el río aproximadamente, marca la frontera entre Andorra la Vella (que es una población diferente) y Escaldes-Engordany.

Andorra la Vella

De Escaldes una de las mayores atracciones es el "balneario" (y entrecomillo porque al final parece más un parque temático que otra cosa)  de Caldea, una olla  de grillos de aguas termales con diferentes servicios en el que por la usual masificación es imposible relajarse, por lo menos la última ocasión que se me ocurrió probarlo, pero puede que sea yo que soy bastante cínico en ese aspecto.

Tras dar algunas vueltas y seguir a Gatta en la búsqueda del perfume con mayor relación calidad precio por diferentes perfumerías, Gatto sucumbió también a la fiebre del consumo y se hizo con una botella de ginebra premium en el supermercado Leclerc de turno... aunque al día siguiente sería otra... y unos vinos... y otra de ginebra que un amigo le había pedido para las copas en su boda... y...

Caldea

Total, tras dejar todas nuestras compras en el hotel, nos dispusimos salir a cenar guiados por la biblia de los restaurantes, nuestro Trip Advisor en el móvil y a ver que pillábamos. Uno de los que más cerca nos quedaba, no nos hizo buen efecto su aspecto y que estuviera vacío, por lo que empezamos a caminar sin rumbo hasta acabar en una Pizzeria Angelo que parecía tener buenos comentarios. Pse... qué queréis que os diga... no se en base a qué.

Ya que hablo de Escaldes y la entrada es un poco dedicada a este nuestro campamento base, comentaré por lo menos que la cena del día siguiente estuvo mejor si bien fue algo más cara y a base de tapas (y tampoco nada del otro mundo). Esa segunda noche cenamos en el restaurante Don Denís, por lo menos un sitio que parecía tener más personalidad y solera, con un montón de fotos de famosos (a saber si de los que van a llevar billetes a Andorra...)

Acabamos la primera noche de nuestra llegada tomando una copa en un local bastante fashion llamado Iqos, eso si, totalmente solos. Tras acabar nuestro gintonic nos volvimos al hotel, y así a descansar para empezar a disfrutar pronto al día siguiente de nuestros planes.

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