Recuerdo de Constantinopla: Hagia Sofía y Gran Bazar

Está claro que lo que toca Gatto se hunde, así que aquí estamos estos días con la lira turca hundida, sin vacaciones, planeando diversas Gatto aventuras de las que ya veremos cuando será posible su realización. Si cuando estuve en marzo ya era todo bastante barato con una lira al cambio de unas cuatro liras por euro, ahora ya ni te cuento que está a la mitad... una gran oportunidad para disfrutar del "Fósforo".

Empezábamos nuestro último día con la visita obligatoria que aún no habíamos podido realizar, y es que nos encontramos las puertas cerradas dando vueltas como tontos alrededor el primer día que intentamos el asalto. Esa visita no es ni más ni menos que el epítome y modelo de toda otra arquitectura otomana, espejo al que se miran algunas de las más famosas mezquitas de los alrededores que ya he comentado por aquí: ni más ni demos que Santa Sofía, o Hagia Sofía como también es llamada.


Hagia Sofía

Como no podría ser de otra forma y siendo el más famoso de los monumentos que pueden visitarse en Estambul, la cola era brutal, por lo que es recomendable presentarse armado de paciencia lo más pronto posible y aguardar turno. En nuestro caso al poco más de la media hora pudimos hacernos con los tickets de entrada, que dan derecho a la visita de la basílica, su planta principal, y subida a los balcones de la segunda planta desde los que se puede ver el piso inferior y de más cerca las pinturas originales de los diversos periodos de la basílica, empezando por su antiquísimo pasado cristiano.

Alrededores de Santa Sofía

Fundada en el año 360 como la principal iglesia del Imperio Bizantino, evolucionó a lo largo de los siglos con diversas ampliaciones y reconstrucciones del lugar original hasta su aspecto actual, sobreviviendo a terremotos e incendios, y convirtiéndose a partir del año 1453 con la caída de Bizancio en la principal y primera mezquita imperial de Estambul.

Finalmente en 1931 se cierra al culto para reabrirse de nuevo en 1935 como museo bajo el gobierno de Ataturk, considerado como padre fundador de la moderna Turquía. Sobre 2010 terminó un proceso de restauración que llevó unos 17 años, con un lavado de cara de los mosaicos que pueden contemplarse en su segunda planta, y una restauración de su cúpula principal. Otra importante revisión ha sido el de los refuerzos estructurales añadidos para en teoría, asegurar que el templo pueda aguantar el próximo gran terremoto que sufra la ciudad , si bien la verdad viendo sobretodo los suelos deformados de los balcones de la segunda planta, da la impresión de que todo se vaya a venir abajo, turistas incluidos, de un momento a otro.

Horizontes proféticos

Yendo a lo práctico, la basílica destaca por su supuesta colección de reliquias de diversos santos, así como por los mosaicos, del que destaca el del Cristo Pantocrator, siendo este uno de los más bellos ejemplos de mosaicos del arte bizantino. Aparte de este, se encuentran otros de la virgen y otras figuras destacadas.

Cristo Pantocrator

Algunos otros objetos como los grandes candelabros que decoran los techos de la planta principal, no son tan santos ni sagrados, si no parte del botín de guerra de Suleimán el Magnífico y su conquista de Hungría.

Candelabros húngaros

Destaca en su planta principal el mihrab (lugar que indica hacia donde debe rezarse mirando a la meca) y su altar con la escalinata sobre la que se alzan los símbolos islámicos bajo las pechinas de la construcción original bizantina. El efecto en realidad es al final ese: la sensación de estas en una catedral cristiana con elementos islámicos... quizás algo opuesto a lo que se siente en la mezquita de Córdoba, bien mirado.

Altar de Santa Sofía

Vista Santa Sofía, nuestra siguiente actividad del día tras comer, iba a consistir en otro "must" de la ciudad, del cual Gatto pasaría descaradamente pese al entusiasmo de sus acompañantes, por lo que solo dedicaría unos minutos antes de dejar a su corte en la vorágine compradora para irse a dormir la siesta al cercano hotel. Hablo por supuesto del Gran Bazar. 


La vorágine del Gran Bazar

Ah... El Gran Bazar, ese inefable laberinto de túneles infectos recargado de mercachifles y falsificaciones de todo lo falsificable. Fácil es entrar y difícil es encontrar la salida... como debe ser. A quien no le interesen las compras merece la pena una visita breve como la que hice para ver el montaje del chiringuito en si, pero la agotadora sucesión de tiendas de todo tipo de chorradas acabó con mi paciencia rápidamente, por lo que deje a mis acompañantes presa de la vorágine compradora (de alfombras, de carteras, de cinturones, de polos, de vaya usted a saber qué...) y me fui a dormir, que a estas alturas cansados estábamos ya del frío y la lluvia y caminar.

Gran Bazar

Efectivamente, fue una de las mejores decisiones del viaje, pues la Gatto familia estuvo varias horas (!?) viendo y/o comprando no sé exactamente qué. Cierto es y en honor a la verdad debo admitirlo, que por lo menos los turcos no son tan pesados como por ejemplo, ehhhm... no sé... los egipcios, y no intentan venderte sus movidas a toda costa... un atisbo de civilización de aplaudir y nada desdeñable.

Nos quedará en nuestra última entrega de esta colección de Estambul hablar del mítico crucero por el Fósforo, en donde hacía un frío que dejaba tieso, y un comentario sobre la noche de Estambul y algunos lugares dignos de ser vistos de noche y en los que cenar o tomar algo.

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