American Cat: He loved the American Dream... with a vengeance

Ahora si, ha llegado el momento que tanto deseaba, el momento de hablar de posiblemente el que haya sido el mejor viaje de mi vida, excelentemente planificado (ejem...) y maginíficamente ejecutado (modestia aparte...) y no porque lo diga yo o lo haya preparado y realizado yo mismo, pero es que pocas veces sale todo tan bien y se puede cumplir con todo lo que se ha preparado e incluso aún más, con un tiempo en cuanto a lo meteorológico se refiere casi perfecto.

Fue este, en verdad os digo amigos gatunos, un viaje perfecto y a lo grande, en el que no reparamos en gastos y nos dió igual, ya que al fin y al cabo no se puede ir todos los días a la Costa Este de Estados Unidos, así que las dos semanas que allí pasamos en Mayo de 2018, no nos privamos de nada.


Motivación

Iba a ser este el tercer viaje que hacía a Estados Unidos, y segundo a la Costa Este, pues hacía diez años había estado por primera vez en un viaje organizado que me llevó por lo que se conoce como triángulo del Este, desde Nueva York a las Cataratas del Niágara, algo de Canadá con Toronto, un pase de puntillas por Filadelfia y un par de días en Washington.

Aunque satisfactorio para ser una primera vez en Estados Unidos, siempre me quedé con la sensación de tener que volver y que se podía haber hecho mucho más, y así es como me propuse armándome de paciencia y visitando múltiples sitios y foros, preparar mi propia ruta a mi aire por la Costa Este de Estados Unidos, un viaje que tendría que llevarnos desde Boston, ciudad en la que nunca había estado y también me apetecía conocer, a Nueva York pasando por un día en Cape Cod para ver ballenas, Filadelfia de la que apenas había visto nada en nuestra primera visita hacía ya diez años, y Washington que fue incluso de lo que más me gustó en la anterior experiencia.

Descarté esta vez por falta de tiempo visitar de nuevo las Cataratas del Niágara, pues esas si que creo que con una vez en la vida basta, y no son tan absolutamente espectaculares para justificar un rodeo tan grande que hubiera ya requerido incluso hasta la toma de un vuelo adicional desde Boston o Nueva York. No... esta vez íbamos a dedicar el tiempo sobretodo al desconocido Boston y a exprimir a fondo la Gran Manzana, con un detallado plan diario preparado minuciosamente con meses de antelación.

Por ello, la última gran aventura americana iba a consistir en un completo viaje sin apenas descanso del 19 de mayo al 3 de junio, con 5 noches con base en Boston, 4 en Nueva York, 2 en Filadelfia y 2 en Washington para pasar una última noche en Boston desde donde volveríamos de nuevo a Barcelona.

En cuanto al resultado final del viaje, pocas cosas hay comparables al placer y satisfacción de ver como la planificación que cuidadosamente has preparado durante los dos o tres meses previos al que tenía que ser un viaje tan importante se cumple a la perfección tal y como estaba previsto. Que todo vaya según lo previsto en un viaje a tu aire en un país tan grande como es Estados Unidos y todas las complicaciones que pueden darse en cuanto a horarios, transportes y los retrasos que puedan surgir, complicaciones con reservas de hoteles o excursiones o cualquier otro problema aleatorio, resulta casi milagroso y me hace sentir, por qué no decirlo... ¡poderoso!

Vale que no hablamos de ir de mochileros al Nepal a nuestro aire y que las facilidades logísticas y de transporte en Estados Unidos son de lo mejor que se puede encontrar, pero aún así la capacidad de convertir en realidad paso a paso algo que tan solo estaba plasmado en el papel, en este viaje más que nunca, me hizo sentirme realizado y me dejó una sensación fantástica.


Y no es que empezase de la mejor forma posible...

Porque fue no haber salido aún del aeropuerto que ya empezaban los problemas. Nuestro avión con LEVEL hacía Boston, en donde empezaría nuestra aventura, salía (o debería salir mejor dicho visto lo visto...) a las 16:00h de aquel sábado 19 de mayo, por lo que llegamos pronto, sobre el mediodía, para comer algo tranquilamente antes de ir hacia nuestra zona de embarque, previo paso del control de seguridad, revisión de pasaportes, etc...

Fantástico... sentados solos frente a la puerta de embarque con bastante antelación a la hora prevista, nada parece sugerir que vaya a haber un problema. Poco a poco van llegando otros pasajeros con aspecto americano que van sentándose alrededor, cuando conforme se va acercando la hora decisiva... ¡se notifica que hay un problema técnico con el avión que tardará por lo menos un par de horas en resolverse!

Mala cosa... sobretodo cuando va pasando el tiempo y la espera por el supuesto problema técnico (del cual en realidad sospechábamos que se trataba más bien de que no había una tripulación disponible) se iba alargando, por lo que Gatto en previsión de posibles problemas en el hotel por la intempestiva hora de llegada que se perfilaba, empezó a hacer gestiones para poder enviar a estos un mensaje, mientras empezaba ya a entablar conversaciones con los nativos bostonianos para familiarizarse con las formas más fáciles de llegar del aeropuerto a la ciudad y su coste. Ya aquí empezaría a percibir el caracter hospitalario y servicial de los habitantes de la ex-colonia inglesa, algo gratificante sobre lo que si bien había leído, no terminaba de creerme.

Por fin, tras algo más de tres horas de más de espera y varios intentos frustrados de colas más o menos ordenadas, fuimos embarcados en los novisimos A321 que nos servirían para cruzar el Atlántico. Era la primera vez que volaba con LEVEL y no tenía idea de si iban a pretender cobrarnos hasta por ver alguna película durante el largo vuelo, pero debo decir que la experiencia fue, a parte del retraso, muy buena, y que por lo único que se cobraba si se quería era por los auriculares y el kit de almohada y manta con el que intentar echar una cabezada.

Tras poco más de ocho horas de vuelo y el visionado de alguna que otra película, aterrizábamos ya de noche en Boston con una diferencia horaria de seis horas. Eran ya más de las diez de la noche, por lo que tras pasar el control de inmigración de rigor con el doble de Morgan Freeman (en serio) por comodidad y desconocimiento del entorno, decidimos no complicarnos la vida e ir a buscar un taxi que nos llevaría desde el Aeropuerto Internacional Logan (como Lobezno...) en el que habíamos aterrizado, hasta nuestra residencia para los próximos días, el Hotel Yotel. Comprobaríamos que los taxis en general en Estados Unidos no son demasiado caros, costándonos el trayecto desde el aeropuerto a nuestro hotel apenas 20$.


Hotel Yotel

Ubicado en el número 65 del Seaport Boulevard, una de las partes más modernas y agradables de Boston frente a los muelles desde donde salen ferries hacia Cape Cod y los puentes que llevan al distrito financiero, desde los que se puede observar el skyline, el Hotel Yotel fue uno de los que más me gustó del viaje por su aspecto moderno y paranoides habitaciones con aspecto de cápsula espacial con camas inclinables y luces de colores cambiantes... ¡podías montarte tu propia discoteca!

Skyline de Boston

Cabe decir que el precio del hotel, y no de este por ser este, si no en general de cualquier residencia medianamente decente en Boston, era bochornosamente caro, y tratándose este al menos de un hotel de 4* y siendo tan chulo, podría decirse que dolía menos, pero comprobaríamos que esta es una constante en Boston: es una ciudad muy, muy, muy cara, posiblemente la que más de Estados Unidos, con su aire cosmopolita y europeo.

Aunque ya era tarde y por hacer algo antes de acostarnos, fuimos a dar una vuelta por el hotel, y al ser sábado noche, el ático estaba abierto y había un buen fiestón de jóvenes y chicas guapas vestidas de noche, música y cerveza, por lo que estuvimos un rato tomando mi primera Samuel Adams de los días que pasaría en Boston.




Así fue como acabó ese primer día en el que nos dió tiempo a llegar sin mayor contratiempo pese al retraso y hasta tomarnos una pinta de la primera cerveza de Boston que probaría. Al día siguiente los levantaríamos ya bien pronto para empezar a recorrer la mayor atracción de Boston, el Freedom Trail, con su multitud de lugares históricos y monumentos relacionados con la Independencia de Estados Unidos y su pasado de antigua colonia inglesa.

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