Pirigattos: Un fin de semana en la nieve

Como interludio entre la anterior colección de entradas sobre la Toscana, y la siguiente, decidido ya por votación popular que tratará sobre la Costa Oeste de los Estados Unidos, aprovecharé para contaros sobre mi excursión del pasado fin de semana a la nieve, y es que no solo de grandes viajes vive Gatto, sino que hay que sacar partido también de lo que tenemos alrededor, especialmente en momentos singulares como el de este año, en que parece que ha vuelto el frío de antaño y estamos teniendo un invierno más o menos de verdad.

Así que, aunque salgan por la tele inconscientes que si por ellos fuera deberíamos estar a treinta grados todos los días, lo cierto es que también se pueden hacer cosas cuando hace frío… cosas de hecho que no se pueden hacer cuando hace calor, como es el caso de disfrutar de la nieve caída de forma masiva en las últimas semanas en los Pirineos, fenómeno cada vez menos habitual debido al evidente cambio climático y los inviernos cada vez más cálidos.

Aunque Gatto no esquíe, a Gatto le gusta la nieve y la montaña. Aquí no tenemos picos tan imponentes como los de los Alpes, pero aunque más pequeños, los Pirineos también merecen la pena y lo mejor es que los tenemos aquí al lado. Por eso, en esta entrada, aprovechando mi última visita por la zona, repasaré también algunos otros lugares de la Garrotxa, Ripollès, Bergadà y Cerdanya, siendo de los más pintorescos que pueden visitarse en una excursión de uno o dos días por la zona oriental pirenaica… de hecho de los sitios más cercanos a la costa en donde se puede ir a tocar la nieve.

Con estas anotaciones espero que los constantes lectores de los diarios de viajes de Gatto puedan inspirarse para crear su propio itinerario, idealmente de dos días teniendo en cuenta todos los lugares que comentaré a continuación, con los que se puede confeccionar una buena ruta de aproximadamente esa duración y disfrutar de un fin de semana completo en la nieve... cuando la haya.


La Garrotxa

Conocida de sobras por sus volcanes y población de gorrinos (literalmente…), la comarca de la Garrotxa será nuestra puerta de entrada hacia los Pirineos por la ruta que tomaremos siguiendo la AP-7 y luego la C-66, dejando de hecho algunas localidades interesantes como pueden ser Banyoles y Besalú, sobre las que daría para otra entrada, pero como suele decirse, eso sería otra historia.

Dirigiéndonos hacia la zona pirenaica, la localidad que más interés nos suscitará y a comentar, es Castellfollit de la Roca, dentro del Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa. Este es un pueblo asentado sobre un risco de origen basáltico, pues toda la zona del parque natural está rodeada de conos extintos de antiguos volcanes, con su apariencia actual de inofensivas colinas erosionadas. El risco de hecho, es el resultado de la erosión de los ríos alrededor de la localidad.


Los tejados de Castellfollit

Edificado sobre la roca basáltica, las vistas del pueblo a lo lejos son bien pintorescas, así como espectaculares las vistas de los tejados de sus antiguas casas desde lo alto del campanario de su iglesia, del que se puede ver una panorámica de 360º del entorno.

Tras una visita con desayuno fuerte (me encanta rondar por estos parajes y meterme entre pecho y espalda un bocadillo de botifarra autóctona), se puede continuar por la carretera GIV-5221, por la que entraremos en el Ripollès, una comarca en pleno contacto con los Pirineos.


El Ripollès

Siguiendo la estrecha y curvada carretera desde Castellfollit de la Roca y dejando atrás Oix y Montagut, se llega al primer pueblo de interés rodeado ya de montañas con más presencia. Tras ellas, está Francia, y el pueblo del que hablo se trata de Beget, destacable por sus casas de piedra y la iglesia románica de San Cristobal, por lo que está inscrito en el inventario de patrimonio arquitectónico de Catalunya.

Situado en la cabecera del río Llerca, parten desde Beget diferentes senderos desde los que se puede pasar hasta Francia. El río también atraviesa el pequeño pueblo, sobre el que se cruza por alguno de sus puentes.


Monasterio de Santa María de Ripoll

Si apetece para tomar un aperitivo o coincide con la hora de comer, uno de sus restaurantes, Cal Jeroni, es un local sorprendentemente moderno con una oferta gastronómica muy interesante y más amplia que la típica carne a la brasa que podríamos esperar en la zona.

Siguiendo por la misma carretera en dirección oeste, se llega a otra localidad más grande y con una historia más relevante, famosa por su puente sobre el río Ter. Estamos hablando de Camprodón, lugar de nacimiento de Isaac Albéniz, músico del siglo XIX-XX. Saqueada e incendiada varias veces, tomada por franceses, segadores, carlistas y sede del Gobierno de la II República y residencia de su presidente, Negrín, puede entenderse a lo que me refiero con historia más ajetreada.


Pon Nou de Camprodón

Como lugares de interés, destaca el Pont Nou, puente románico del siglo XII reformado a lo largo de los siglos y que servía como entrada a la villa, el casco antiguo, y fuera de este, los paseos de la Font Nova y Maristany, zonas residenciales en donde destacan las mansiones de los indianos del siglo XIX.

Camprodón destaca así mismo, y es famosa su gastronomía, por todo tipo de embutidos relacionados con los cerdos, así como por sus galletas, siendo las de la fábrica Birba las más conocidas fuera del municipio.

Camprodón es además el lugar de paso obligado para acceder a otro de los lugares de interés de la comarca, Setcases, pequeña localidad abrazada por las montañas, en donde literalmente acaba la carretera. Se trata este de otro pueblo típico pirenaico de calles y casas de piedra, en donde se venden otros tantos productos típicos como miel, embutidos, quesos y demás… buenos desayunos pueden tomarse aquí también.


Nave del monasterio de Ripoll

Como actividades que pueden practicarse, tanto en Setcases como en toda la zona destacan los deportes de aventura y el senderismo. Desde el propio pueblo de Setcases, salen diversas pistas forestales que permiten alcanzar las cumbres cercanas que rodean el valle de Camprodón: Bastiments, Gra de Fajol, Costabona…

Hasta aquí, si se está planeando una excursión de dos días por la zona, es de destacar que esta es una pintoresca y tranquila localidad para pasar la noche, o si se prefiere no estar tan apartado, se puede pasar la noche en Camprodón o en la capital de la comarca, Ripoll.

Siguiendo la misma ruta desde Camprodón, se llega continuando hacia el oeste a Ripoll entre la confluencia de los ríos Ter y Fresser. Ripoll es la capital de la comarca y es conocido sobre todo por su monasterio románico, Santa Maria de Ripoll, construido a petición de Guifré el Pilós en el año 888.


Claustro de Santa María de Ripoll

Se puede visitar tanto el claustro románico de doble planta, como la nave de su iglesia, así como puede verse su pórtico originario del siglo XI con imágenes bíblicas talladas en la piedra. Ripoll tiene un aspecto bastante industrial pese a ser evidente que aunque capital, se trata de un pueblo pequeño. Algunas naves de metalurgia aún recuerdas su pasado protoindustrial, como región de donde se extraía hierro y se forjaba durante los siglos XVII y XVIII.


El Bergadà

Siguiendo aún más hacia el oeste, se llega hasta Castellar de N’Hug, otro pequeño pueblo con nombre peculiar perteneciente ya a la vecina comarca del Bergadà, y límite septentrional de la provincia de Barcelona con Girona.

Como los otros pueblos de la región, se trata de una villa con casas de piedra encaramada a una gran altura, famosa por ser donde brotan las fuentes del río Llobregat. El nombre de origen romano del río, hace referencia al color rojo de sus aguas, mismo color precisamente que se aprecia en el paisaje y tierras de este paraje, ricas en óxido de mineral de hierro que le confieren este color.


Castellar de N'Hug

Con la de nieve que había caído, y lo bajo de las temperaturas, aparte de estar cubierto de nieve el camino hasta las fuentes, estaba totalmente helado, y por muy Gatto que sea, varías veces estuve a punto de dejarme la crisma, por lo que debimos desistir al intento de llegar a las fuentes del Llobregat, que era de hecho nuestro principal motivo para ir hasta Castellar de N'Hug.

A cambio de ello, lo que hicimos fue aprovechar la visita para hacernos con unas longanizas a precio de oro (exquisitas, eso si) y adelantar la hora de nuestra reserva para comer en el Hostal de la Montanya, donde disfrutamos de un menú de cocina casera basado en canalones, guisantes negros autóctonos y carne a la brasa mientras confrontábamos cosmovisiones gatunas.

Para ver nieve de verdad, después de comer lo que queríamos hacer era llegar a La Molina, en la Cerdanya, a través del puerto de montaña del Coll de la Creueta, una carretera que atraviesa el paso entre los pre-Pirineos y llega al borde de las pistas de esquí de los alrededores del pueblo.


La Cerdanya

Efectivamente, veinte y tantos kilómetros separan Castellar de N'Hug de La Molina por el Coll de la Creueta, un puerto de montaña consistente en una estrecha carretera con una altura en su cumbre de 1.888 metros.

Con toda la nieve caída en las últimas nevadas, medio carril de la carretera estaba aún cubierto de nieve, y se podían ver claramente los montones de nieve apartados a los bordes de la carretera y el volumen total con una altura superior a la de una persona en algunos puntos. Más aún, los prados en las alturas estaban totalmente cubiertos de nieve, así como las pendientes hacia las cumbres.

El infierno blanco

En uno de estos apartaderos antes de llegar a las pistas, cerca de la cumbre del puerto, nos paramos para pisar la nieve por primera vez. Bien es verdad que Gatto no va regularmente a la nieve, pero también es verdad que pocas veces había visto tanta nieve junta... concretamente hundiendonos en determinados puntos hasta las rodillas en nuestro penoso intento de caminar por el manto blanco.

Tras lanzarnos unas bolas de nieve y esquivar algún otro dron dominguero, proseguimos nuestro camino hasta encontrarnos con una estepa totalmente cubierta de nieve... ¿estábamos en La Molina o en el frente oriental en Stalingrado? Con un nulo camuflaje ante tanto blanco solo quedaba rezar para no ser abatido por la Muerte Blanca.

Nunca he visto tanta nieve junta

Parecía raro que de pronto la carretera empezaba a llenarse a lado y lado de coches aparcados como si no hubiera mañana... una cosa es parar para retozar en la nieve, y otra empezar a encontrar dificultades para avanzar debido a los coches que obstaculizan la calzada, hasta que nos dimos cuenta que es que habíamos llegado de lleno al límite de las pistas de La Molina.

Siendo más corteses, dejamos el Gattomóvil en el aparcamiento debidamente habilitado para ello, y a una temperatura que rozaba ya el punto de congelación con el sol ya poniéndose, nos dedicamos a caminar por la tundra pirenaica hundiéndonos aún más hasta las rodillas.

Pistas de La Molina y los Pirineos

Por este fin de semana ya nos dimos por satisfechos, aunque sin duda hay otros lugares de interés en la zona que los lectores del blog de Gatto deberían tener en cuenta para preparar su propia ruta. Ribas de Fresser, Puigcerdà, capital de la Cerdanya, Núria y su Santuario... son algunos otros ejemplos de lugares de interés que merecen la pena ser explorados si hay tiempo para una excursión, por no mencionar ya la cercanía a la próxima Andorra, todo un país por descubrir.


Resumen de la ruta propuesta

Pese a que las distancias entre los lugares comentados son cortas, las carreteras son infames, particularmente de Ripoll en adelante, por lo que puede hacerse algo pesado y no apto para todos los públicos, particularmente si sufren de mareos en coche. A continuación puede verse el mapa con los lugares comentados marcados.



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