Bajo el sol de la Toscana: The Walking Dead of Florencia

Ese día por fin nos iba a conducir al clímax de nuestro viaje a la Toscana, a la cúspide y epicentro del Renacimiento, a la teóricamente irrepetible, inimitable, inolvidable, Firenze… ¡Florencia! No por primera vez en realidad para Gatto, y por eso en este post no hablaré tan en profundidad de las “atracciones” a las que todo el mundo acude: los Uffizi, David, Jardines de Bóboli y demás parafernalia… que daría no para uno si no para varios posts. No, no… este post se va a basar en mis opiniones y percepciones totalmente subjetivas sobre Florencia y lo que supone, para alguien que visita la ciudad por tercera vez.

Automáticamente al momento de pisar Siena, tuve una revelación y llegué a la conclusión más importante de este viaje: Siena es mi ciudad preferida en la Toscana a años luz de Florencia. ¿Qué pasa con Florencia? Que si es la capital del Renacimiento (y la Toscana), que si qué bonita, que si es una ciudad museo… si, si… todo eso es cierto, también es cierto que ya en Junio se funden hasta las piedras del calor con el sol que cae a 40ºC (como 40 puños), y también es cierto que como otras ciudades europeas como Barcelona o Amsterdam, empieza (bueno… ya debe hacer bastante tiempo en realidad) a tener un grave problema que a mi juicio le quita mucho, muchísimo de su encanto: las hordas incontroladas de turistas que como zombis deambulan sin sentido alrededor de la Piazza del Duomo.

Sobre todo por las mañanas, autobuses, trenes, cruceros y los cientos de hoteles, lanzan a las calles de Florencia miles de turistas ávidos de regocijarse en las atracciones del mayor parque temático al aire libre sobre el Renacimiento, que eso es lo que acaba pareciendo Florencia al fin y al cabo… lo que resulta en calles y plazas intransitables en las que literalmente hay que ir sorteando a la gente, rozándose con ellos y armarse de paciencia para ir de un sitio a otro… nada particularmente disfrutable.

Por la tarde por lo menos, y cuando cae el atardecer, es cuando parece que la presión se rebaja y cuando de verdad puede disfrutarse del ambiente y encanto de Florencia. Es entonces cuando se puede imaginar al Dr. Lecter asomado a una ventana de los Uffizi eligiendo a su víctima para esa noche, y disfrutar de cierta quietud a la sombra del Palazzo de la Signoria deleitándose con los colores del atardecer sobre los edificios y estatuas de la capital toscana.


Fiesole, mirador de Florencia

Pero para ir un poco en orden, aún puedo decir que saqué pese a mi tercera visita una nueva experiencia, que fue la de ver Florencia desde cierta distancia y un punto elevado, desde el mirador de Fiesole. Aquella mañana salimos sobre las ocho en dirección a Florencia, y tras una hora de autopista llegamos a las inmediaciones de Florencia.

Antes de sumergirnos en la ciudad (y lo que sería uno de los peores días de mi vida en lo que automovilísticamente hablando se refiere), nos desviamos para siguiendo las instrucciones de mi inepto GPS, internarnos por caminos vecinales hacia la cima de las colinas que rodean Florencia, en donde está Fiesole, un pequeño pueblo en lo alto que sirve como mirador de Florencia.

Destaco y aviso de que para llegar a Fiesole hay en realidad una carretera, que aunque estrecha, no es el infiernal laberinto de caminos vecinales de un solo sentido por el que me llevó mi GPS… es una alegría de vivir el encontrarse de cara por una subida una señora italiana histérica gritando improperios montada en un todoterreno y no haber un sitio claro para apartarse pese a su insistencia… es lo que hay.

Balcón a Florencia

En definitiva, salvados los obstáculos autóctonos, Fiesole es un muy pequeño pueblo que de por si no tiene nada, pero que cogiendo las escaleras que suben hacia el monte desde su plaza principal, se llega a un amplio mirador desde el que se puede contemplar Florencia con todos sus detalles desde una cierta distancia, sobresaliendo por supuesto la cúpula del Duomo y su campanario.

Tras una rápida visita y para no perder más tiempo, nos pusimos en marcha para internarnos en Florencia en coche y buscar donde dejarlo. La opción clara, aunque no la más barata, es aparcar en el gran parking subterráneo de la estación de tren de Santa Maria Novella, a un paso del centro y cerca de hecho de donde teníamos nuestro hotel. Mi idea era dejar allí el coche en primera instancia, descargar, y luego ya veríamos que haríamos, si era posible buscar un aparcamiento más económico o qué opciones teníamos.

Por cortesía de mi GPS, la señalización absurda y las literalmente decenas de obras en la ciudad que involucraban diferentes calles principales cortadas, mi percepción conductiva por Florencia se transfiguró en experiencia religiosa: vueltas en círculo (muchas), calles cortadas impidiéndome el paso a la siguiente calle por donde quería ir, sensación de pérdida absoluta, impotencia rayana en el lloro… lo típico… este pasado diciembre volví a tener una experiencia similar en Málaga, pero eso es otra historia.

Francamente, después de una hora de tortura vial, conseguí llegar al aparcamiento de Santa Maria Novella y aunque resultase caro (unos 3€ la hora) decidí no volver a tocar el coche para nada hasta marcharnos al día siguiente… mi cordura estaba en juego.

Tras encontrar el hotel, cercano, en dirección hacia el centro histórico caminando unos 300 metros, dejamos nuestras cosas y nos dispusimos a redescubrir Florencia por tercera vez en nuestra vida. Una cosa que tenía clara es que si volvía a visitar Florencia, era para comer una Bisteca a la Fiorentina en un sitio que descubrí la primera vez que estuve en Florencia, Ciro & sons, un espléndido restaurante en donde preparan la carne a la piedra de una forma espectacular, una gozada.


Impresiones de Florencia

En general, el tono general de mis impresiones encaja bastante con lo comentado, zombis por la mañana, más calmado por la tarde y noche. Nada más llegar visitamos la Piazza del Duomo para contemplar la catedral y aquello era una vorágine de magnitudes épicas… literalmente no se podía transitar por la plaza sin restregarse espalda con espalda de la gente, y esa no es que sea la sensación más placentera que podría esperarse. Así cuesta imaginar la Florencia de los Medici, tal y como se retrata en Los Medici: Señores de Florencia, con Dustin Hoffman como Juan de Medici.


Aparte de que en Florencia todo es absurdamente caro, esta vez no entramos a la catedral (cuyo precio de entrada es unos 15€ incluyendo el baptisterio y la subida a su torre), pues son las visitas básicas que hicimos en su día la primera vez que visitamos Florencia. Esta vez nos limitamos a ver sus policromados muros de mármol desde fuera, sin quedarnos plantados delante durante horas como parece ser la actividad preferida de muchos visitantes.

El Duomo más colorido

Siguiendo la Vía del Calzaiuoli, atestada por supuesto de gente también, se llega desde la plaza del Duomo a la Piazza de la Signoria, donde está el famoso Palacio, del cual se pueden visitar también sus interiores como hicimos en nuestra primera estancia en Florencia tiempo atrás. Esta es una de las plazas más encantadoras de Florencia, llena de restaurantes y terrazas a las que sentarse a tomar una bebida o un delicioso helado de alguna de las famosas heladerías de su plaza, y llena de interesantes objetos como la fuente de Neptuno con su estatua, o las más famosas aún estatuas de la Loggia de la Signoria, con el Perseo sosteniendo la cabeza de Medusa entre otras. Durante las horas matutinas ni las estatuas se libran de turistas pertrechados con bocadillos o trozos de pizza comiendo entre ellas, lo que no hace de las fotos que digamos su mejor imagen.

Piazza de la Signoria
  
Desde la Piazza de la Signoria, se abre el acceso también hacia la galería de los Uffizi, y más allá cruzando sus arcos, se alcanza el río y la panorámica del famoso puente sobre el Arno, lleno de pequeñas tiendas, sobretodo de joyas y oro. El mejor momento para captar la belleza del lugar es la tarde con las luces y colores del atardecer sobre las fachadas pintadas.


Perseo el chulazo

Sobre la galería de los Uffizi, rodeado de estatuas de famosos personajes como Donatello, Miguel Ángel, Rafael… cabe decir que merece su visita como galería de arte para ver la Venus saliendo del mar, icono por excelencia de Florencia y el Renacimiento. Esta fue otra de nuestras visitas básicas, junto al David en la Academia que apenas nombro en este post, que realizamos en nuestra primera visita a la capital de la Toscana.

El gabinete del Dr. Lecter

Más allá del río, se encuentra la entrada a los Jardines y palacios de Bóboli, un extenso parque ajardinado que sube por las colinas circundantes y que llega hasta otro mirador desde el que se puede ver la ciudad desde otra perspectiva, y observar desde lo alto la imponente cúpula de su Duomo de Brunelleschi, que supuso un reto arquitectónico en su época y fue apadrinado por los Medici, señores de Florencia. De hecho, la visita a los jardines es algo que me quedó pendiente la primera vez, y es algo que hice en mi segunda visita, bajo un calor atroz.

El puente sobre el Arno

Esta vez, como describo, nos gustó este tipo de visita más relajada y despreocupada, de disfrutar simplemente de los lugares y las calles, de alejarnos de las multitudes y pasear sin rumbo, más bajo los colores del atardecer cuando llega la calma, que durante la vorágine de la mañana, de sentarnos a comer Bisteca largo y tendido disfrutando del vino… así fue mi tercera visita a Florencia.


Resumen de la etapa

Tras tomar unos helados en la Piazza de la Signoria, aquella noche ni cenamos… pues aún estábamos digiriendo nuestro generoso ágape toscano. Así que a una hora prudencial nos dirigimos a nuestro hotel a descansar para el día siguiente, en el que ya dejaríamos la Toscana para emprender el largo camino de vuelta. A continuación la corta ruta desde Arezzo a Fiesole, y el internamiento en Florencia.


Paradas
Arezzo - Fiesole: 78km (1h).
Fiesole - Florencia: 10km (20min).

Hotel
Los hoteles en Florencia son bastante caros, así que para esa noche buscamos algo lo más sencillo y barato posible, pero imposible bajar de 100€/noche en algún sitio más o menos apañado. Elegimos el Hotel Edén, a una distancia asequible a pie desde el centro.

Hotel Edén ***
Via Nazionale, 55
50123 Florencia, Italia

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