Victor Charlie - Nam 2014: This is the end... my only friend... the end

Todo lo que tiene su principio, tiene su final, y aunque cabría decir que un año más tarde después de este pequeño abandono del blog de Gatto, la colección de posts sobre Vietnam llega a su fin. La verdad es que aquel viaje no acabó, solo cambiamos de país partiendo a la vecina Camboya, pero como esa aventura se merecerá su propia colección de posts algún día, acabaremos a lo grande este compendio sobre Vietnam con la visita destacable e imprescindible del museo de la guerra... más concretamente su museo al aire libre de todo tipo de cacharros usados sobretodo por los americanos, y de las varias plantas de exposición permanente sobre la historia de la guerra y sus consecuencias.


El museo de la guerra en Ho Chi Minh

En un edificio perfectamente reconocible delimitado por una verja en la que se puede ver el gran patio lleno de todo tipo de vehículos usado en la guerra, se puede visitar el museo de los vestigios de la guerra del Vietnam. Aunque por todo el país, como en los túneles de Cu Chi haya artilugios varios de la guerra que se pueden ver y tocar, este probablemente sea el mejor y mayor (por no decir glorioso...) museo dedicado a la historia de la contienda, por no decir que es una pasada poder tocar cacharros como tanques, helicópteros, artillería pesada... y subirse en ellos a placer.

Aquí no hay tigres

Una vez pasado revista al botín de guerra, podemos ver a la entrada del museo como el edificio se organiza en diferentes plantas temáticas sobre la guerra, siendo la planta baja la introducción a lo que vamos a ver en las diferentes exposiciones, empezando por el principio, las reacciones a la guerra de Vietnam de las superpotencias de la época y la maquinaria de propaganda desatada: artículos, carteles de la época, fotos...

La caballería del aire

En la segunda planta la cosa empieza a ponerse interesante y ya hay que tener más estómago para las imágenes que en ella se exponen, basadas en las atrocidades cometidas por el ejército americano, las masacres en aldeas (como la famosa matanza de My Lai) y el uso del napalm y el agente naranja (veneno naranja como lo llaman los vietnamitas), que además de deforestar grandes extensiones de selva fue un tóxico que generó posteriormente malformaciones congénitas que aún hoy en día afectan a la población del país. Hay fotos muy fuertes y que dejan literalmente mal cuerpo... supuestamente un herbicida, en realidad el agente naranja era un arma química altamente cancerígena que afectó incluso a los propios soldados americanos.

Siguiendo la visita, acompañado siempre de fotos de la campaña, sobretodo de los periodistas americanos que acompañaban a las tropas, se exhiben las armas que fueron usadas por cada uno de los bandos durante prácticamente diez años de conflicto.

De las partes más amables del museo sea posiblemente la dedicada a la reconstrucción y posguerra, como mensaje de esperanza de superación de los horrores vividos durante la guerra y la unión del país (pues no olvidemos que el fin de la guerra supuso la unificación de norte y sur, que en la guerra había sido respaldado por los Estados Unidos).

Charlie en su elemento

La segunda planta está dedicada a los veteranos de la guerra de Vietnam, y en ella se exponen gran cantidad de fotografías y efectos personales donados por asociaciones y veteranos de la guerra, por lo que resulta interesante leer sobre las historias personales de los soldados detrás de cada objeto.

Esta es en realidad la parte más inmersiva de la visita, la de transportarse a los días de la guerra a través de sus fotos, carteles, artículos e historias que pueden leerse a pie de cada foto y objeto, si bien dependerá del interés de cada visitante y su agenda dedicarle más o menos tiempo a esta visita, para mi muy interesante por los motivos que ya en algún otro post he explicado sobre conocer la historia y realidad de los lugares que visitamos.


Lujo asiático en la terraza del Hotel Rex

Y ya para acabar, merecemos un brindis, por Vietnam, por la colección de posts, por vosotros (los que estéis leyendo esto al menos...) y por todos los que disfrutáis viajando y viviendo gracias a ello nuevas y enriquecedoras experiencias, que como sabréis, crean adicción.

Pocas cosas hay tan apetecibles en la noche de Saigón como tomar una copa en las templadas noches tropicales de la ciudad al aire libre en la terraza del Hotel Rex con música (de más o menos dudosa calidad y/o más o menos desconcertante) en vivo. Ya sabemos que aquí hacen mejor los gintonics pero sin duda la experiencia es todo un placer que bien merece la pena.

Una copa en el Rex

Actualmente, y como a lo largo de su historia, el Hotel Rex es un establecimiento de lujo con una intensa y larga historia a sus espaldas. Construído en los años veinte por los franceses cuando Indochina era aún una de sus colonias de ultramar, fue a partir de 1961 hogar en sus cien habitaciones de asesores militares americanos y marines de Fort Bragg y en general cuartel general del alto mando americano y periodistas de la época, que se dejaban caer por su famoso bar en la terraza... el mismo en el que se pueden beber esos inescrutables gintonics.

Saigon skyline

Aunque tras la guerra vivió un breve periodo de decadencia, destacó aún la firma de reunificación del país en su lugar, y ha vuelto a recuperar su sitio entre el skyline de la ciudad, rodeado de más altos y modernos edificios.


Y fin... my friend

Y de esta forma acaban las aventuras de Gatto en el país, pero no en el sudeste asiático, pues al día siguiente partía hacia Camboya, otro país con más a ofrecer de lo que a simple vista parecería, marcado también por una sangrienta historia reciente, pero también por la alegría, sencillez y hospitalidad de su gente. De ello hablaremos... algún día.


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