Gatti Valdostani: Un día en la Provenza

Ya que empecé este blog hablando de viajes más lejanos en el tiempo, de los cuales alguna experiencia puede haberse ya diluido por el paso de los años, me gustaría dedicar la nueva serie de posts que publicaré a uno de mis viajes de vacaciones de este pasado verano (de los dos que hice…), el cual consistió en una ruta perpetrada por mi mismo con ayuda de mi acompañante, a la que nos referiremos como Gatta, que nos llevó hasta el Valle de Aosta, el cual recorrimos en varias etapas… si bien lo bueno es que una vez allí las distancias son cortas y perfectamente asequibles, pese a alguna que otra carretera no sea tan buena. Pero como a Gatto le gusta conducir, como él diría, “nopasana”.

Como en la serie de posts sobre mi primer viaje a Francia en coche, lo mejor de disponer de un medio de transporte propio es la flexibilidad y facilidad que proporciona para poder desplazarse de un sitio a otro sin depender de ningún otro servicio ni estar pendiente de horarios más allá de la planificación que cada uno se haga y la mayor o menor tolerancia que tenga para cumplirla.

Durante seis etapas que describiré en los posts dedicados a este viaje, atravesamos Francia, visitando algunos de los lugares más emblemáticos de los Alpes franceses cerca ya de las fronteras suiza e italiana para ya a partir del tercer día meternos a fondo en la región valdostana.


A pasar un (caluroso) día en la Provenza

De acuerdo a nuestros planes, nos propusimos salir pronto por la mañana (aunque no tan pronto realmente, que a Gatto le gusta dormir…) para llegar sobre la hora de comer a nuestra primera parada en la puerta de la Provenza, el acueducto romano de Pont du Gard, junto al pueblo de Remoulins y ya cerca de Avignon, la visita que nos propusimos para pasar la tarde en la Provenza.

Saliendo sobre las 8:30-9:00 de la mañana, para las diez ya estábamos sin problemas junto a la frontera francesa en la Junquera, en donde paramos antes de cruzar para repostar (pues la gasolina en las autopistas francesas es absurdamente cara) y comprar algo para el desayuno. Ya nos pareció rara la excesiva cola para repostar, pero lo mejor estaba por venir, un monumental atasco para cruzar el puesto fronterizo que se extendía ya por territorio francés hasta la conexión con la autopista a seguir para llegar a la Provenza, que nos llevó prácticamente dos horas atravesar mientras la temperatura empezaba a subir excesivamente, un presagio de lo que nos iba a deparar el día climatológicamente hablando.

Sin más percance y a mejor ritmo, llegamos sobre las dos de la tarde al aparcamiento de Pont du Gard, a una de sus orillas, ya que el acueducto sobre el río es visitable tanto por su lado derecho como izquierdo, eso sí, previo pago de las entradas que dan derecho a la visita, que no es que sea precisamente barato. Es bastante absurdo que se cobre entrada por visitar un lugar al que se podría llegar caminando, pero vaya, el argumento es que lo que se paga el parking... ¡ya estés una hora o todo el día! Y además por persona... en fin, ya sabemos que Francia no es precisamente un país barato en general.

Antes de realizar nuestra visita, nos sentamos a comer al aire libre. Hay algunos restaurantes y puestos de bocadillos alrededor pero nosotros lo hacemos en plan picnic sobre los muros que delimitan las orillas del río, disfrutando de un poco de jamón y patatillas traídas de origen para comer con esta idea, contemplando a lo lejos el acueducto. El calor a estas horas del día es ya simplemente atroz... durante el viaje y después durante la tarde en la autopista veríamos mensajes sobre alerta por calor, y es que los 35ºC de ese momento y los 40ºC de por la tarde en Avignon no eran para menos.

Construído en el siglo I d.C, el Pont du Gard, sobre el río del mismo nombre, es parte del antiguo acueducto que llevaba agua hasta la antigua colonia de Nimes durante el Imperio Romano. Utilizado hasta el siglo IV y prácticamente inutilizado por la falta de mantenimiento en el siglo IX, algunas de sus piedras fueron extraídas para otros usos por la gente de alrededor, y más tarde fue usado como puente y más tarde aún restaurado varias veces hasta convertirse en reclamo turístico ya a mediados del siglo XIX. Hasta nuestros días, cuando en 1985 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Los grandes arcos del puente

Junto a las orillas del río, siendo no de extrañar debido al extremo calor, la gente se instala como si de una playa se tratase y se baña en sus aguas, que aunque no llegué a tocar imagino que por lo mejor algún frescor proporcionarían. Si bien la policía vigilaba a los bañistas más inconscientes para que no se lanzaran desde las piedras de las bases de los pilares al río, lo más inquietante (aunque tranquilizador debería ser...) era ver soldados del ejército francés patrullando la zona debido a la alerta anti-terrorista en por los diferentes y recientes atentados.


Panorámica del Pont du Gard 

Después de hacernos una fotos y subir hasta lo alto del acueducto y cruzarlo, volvimos hacia nuestro coche no sin antes hacer una parada para refrescarnos y comprar unas bebidas frías, pues aunque quizás no estuviéramos más de una hora al sol, el calor intenso pasaba factura y nos sentíamos totalmente agotados... y eso que aún no habíamos experimentado el calor más intenso. Eso lo haríamos durante nuestra próxima visita, para la que cogeríamos la carretera siguiendo los "electrogattos" (una broma que se nos ocurrió viendo la forma de las torres eléctricas francesas) que nos llevarían a Avignon.


Avignon tropical

Y eso por no llamarlo el infierno papal, pues si hacía calor durante la mañana, pudimos comprobar como a esas horas de la tarde, ya sobre las 15-16h, la temperatura ya superaba los 40ºC. Pero siendo Avignon por su puente, muralla y Palacio patrimonio de la Humanidad, era de obligada visita.

Llegamos a Avignon buscando un sitio donde dejar el coche y encontramos un parking no demasiado apartado del centro, fuera de las murallas, en el que caminando unos 15 minutos llegaríamos al centro histórico y turístico, cerca del río Ródano y el famoso puente de Avignon (por la canción...) junto al antiguo Palacio de los Papas de Avignon.

Eta tan atroz el calor de principios de Agosto que aunque a los gatos no les guste el agua no dudé de meter la cabeza bajo una fuente pública para refrescarme... ni yo ni muchos. Tras un breve paseo llegamos a la plaza del Palacio, un imponente edificio gótico medieval que preside la plaza, llena de terrazas en donde sentarse y tomar un respiro, que es justo lo que hicimos antes de morir de deshidratación... creo que jamás me había bebido una cerveza de prácticamente un trago.


Palacio de los Papas de Avignon

El interior del Palacio puede visitarse, siendo este un museo de los Papas de Avignon en donde se exponen diferentes objetos, y se puede ver cada sala con sus interiores originales y decorada con objetos de época como el palacio que es. En esta ocasión aunque hacía tiempo lo había hecho (pues en realidad esta era la tercera vez que visitaba Avignon), no visitamos el interior y nos dedicamos más a una visión panorámica de la ciudad medieval, por lo que nos acercamos a su puente.

Al llegar al puente por estrechas calles con encanto que bajan al río, descubrimos que para subir a la parte del puente intacta que llega hasta el medio del río (absurdo, pero cierto, es un puente a medias hoy en día ya que como puente medieval románico del siglo XII es lo que queda) se debía pagar, cosa que no hicimos ya que en realidad se ve perfectamente el puente desde la orilla contigua.

Visto Palacio, murallas y puente, nos dispusimos a volver a nuestro vehículo para llegar a nuestra próxima parada, en donde pasaríamos la noche, aún a una hora de camino de Avignon y ya saliendo de la Provenza.


Montelimar y la nucléaire

Este primer día dormiremos en Montelimar, localidad ya fuera de la Provenza y puerta de entrada a la región de Ródano-Alpes, que visitaríamos más extensamente en nuestra siguiente jornada. Ya en los alrededores de Avignon, y en las cercanías del propio Montelimar debido a la cercanía de ambos al gran río Ròdano, se alzan siniestros e inquietantes grandes edificios de reactores nucleares junto con sus imponentes torres de refrigeración, como es el caso del sitio nuclear de Tricastín, a los pies de la propia autopista A7 que une Avignon con Montelimar. La presencia de centrales de este tipo por toda Francia es común ya que su producción eléctrica se basa en gran medida en este medio, y en particular cerca del río Ródano y en la zona de los grandes ríos que bajan de los Alpes hay una gran concentración de estas.

Sobre Montelimar en si, poco que comentar hay aparte de ser una de las capitales del nougat, un dulce francés de almendra parecido al turrón, qeu se vende en sus pastelerías. Como paseo antes de cenar en una de las calles principales llenas de restaurantes, subimos hasta el castillo de Adhémar, desde cuya ubicación puede verse gran parte de la panorámica de Montelimar.


La tétrica torre del castillo de Adhemar

Tras cenar y agotados tras un primer día tan intenso en cuanto a temperatura se refiere, nos fuimos a nuestro hotel a pasar la noche y partir temprano al día siguiente para aprovechar lo máximo posible el día.


Resumen de la etapa

Como resumen del día, muestro el mapa con la ruta seguida y los lugares visitados, con una indicación de los quilometrajes  y tiempos aproximados entre uno y otro punto:


Paradas
Mataró - Pont du Gard: 398km (4h).
Pont du Gard - Avignon: 25km (30min).
Avignon-Montelimar: 83km (1h)

Hotel
Nuestro alojamiento fue un pequeño hotel (quizás con habitaciones demasiado pequeñas pero limpio y agradable) llamado Hotel du Parc, con un coste de unos 60€/noche:

Hotel Du Parc
27, Avenue Général de Gaulle
26200 Montélimar, Francia

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