Gatti Valdostani: El Monte Bianco

Todo viaje por la región de los Alpes no puede acabar sin una visita a su pico más representativo y de mayor altitud, el Montblanc, o Monte Bianco como se llama en Italia, pues además el sistema montañoso del Montblanc, compuesto en realidad de una agrupación de varios picos siendo este el más alto con sus 4.810 metros, sirve de frontera natural entre los dos países: Francia e Italia, por lo que es visible desde estos dos, sobretodo desde dos pueblos de gran encanto, Chamonix en Francia, y Courmayeur en Italia, un precioso lugar donde íbamos a pasar nuestra última noche de vacaciones.


Camino al Monte Bianco, la montaña maldita

Nos levantamos aquella mañana en Aosta para descubrir que tras las lluvias de la pasada noche nos aguardaba una mañana soleada aunque bien fresca. Tras tomar un desayuno ligero en la terraza del bar frente a nuestro hotel, nos dispusimos a partir hacia la que sería nuestra última visita de las vacaciones... en realidad habíamos dejado para lo último casi lo mejor, la ascensión al Montblanc por la ladera italiana hasta la punta Helbronner, frente a la cima del Montblanc.

El Montblanc, el más alto de los Alpes, es llamado la montaña maldita (y de hecho uno de sus picos vecinos lleva aún el nombre de Monte Maldito) desde antiguo, cuando allí se creía que vivían extrañas criaturas, como la reína de las hadas y otros demonios, o que los brujos celebraban fiestas sobre el hielo de su glaciar, el famoso Mer de Glace. Es cierto además que la montaña se cobró como tributo muchas vidas de exploradores a causa de las avalanchas, y que ya en tiempos más recientes fue el causante de dos grandes accidentes aéreos.

El verdadero muro del norte

Para llegar hasta las cestitas que se pueden coger para subir hasta la punta Helbronner, hay que llegar hasta La Palud en Entreves, con cuidado de no equivocarse y meterse por error hacia la autopista del túnel del Montblanc, que con lo que cuesta me tenía preocupado no entrar por equivocación... aunque seguramente allí mismo se podría haber dado la vuelta.

Entreves es el último pueblo italiano justo antes de llegar al túnel, y es además un poco confuso llegar al sitio exacto en donde deben cogerse las cestas del SkyWay Monte Bianco, que es como se llama exactamente susodicha atracción. Otra cosa que se tiene que tener en cuenta además antes de subir es la climatología en la cumbre, ya que si hay nubes quizás no merezca la pena porque no se va a ver nada, y este tipo de cacharros no suelen ser precisamente baratos como para subir y no ver a más de un metro a la redonda (además del frío que en condiciones así se siente...).

Al final, tras una hora dando vueltas arriba y abajo conseguimos encontrar el sitio correcto, y precisamente es un poco lo que nos pasó... en ese momento nos informaron en el kiosko de venta de tickets que la cima estaba cubierta de nubes, por lo que decidimos ir a comer algo más pronto de lo normal a un restaurante con buena pinta que habíamos visto y probar suerte más tarde, a ver si conseguíamos que las nubes se fueran.

Las cestitas del SkyWay

Así que eso es lo que hicimos, y tras disfrutar de un rico carpaccio y tagliata con tiramisú de postre volvimos al amplio aparcamiento de SkyWay a subir hasta arriba del todo o a la primera estación del teleférico según se presentase el tiempo en la cima. En efecto, el teleférico que tiene su punto de partida desde el Pontal d'Entrèves a 1.300 metros, en un edificio metálico con pinta de nave espacial tiene su primera parada en el Pavillón du Mont Frety, ya a 2.200 metros, en donde se puede admirar la panorámica de la confluencia de los valles Ferret y Veny, y entre otras actividades se puede visitar el jardín botánico, visitar el sitio de vinificación más alto de Europa, o recorrer alguno de los senderos que llevan hasta unas cercanas cataratas.

Cataratas al final de senderos

La segunda y última parada en la cima, correspondiente a las punta Helbronner, a 3.466 metros, ofrece unas vistas panorámicas de 360º desde su terraza en la que se puede contemplar gran parte de los picos de los Alpes de más de 4.000 metros, como el Gran Paraíso, Monte Rosa, Cervino o Gran Combín. Las cestas además son giratorias, por lo que mientras suben van rotando y permiten contemplar las vistas durante la ascensión.

Lamentablemente en nuestro caso, cuando fuimos a tomar la cesta para subir hasta la punta Helbronner se nos informó de que las condiciones meteorológicas en la cima eran de nula visibilidad, por lo que no merecía la pena pagar un billete más caro hasta la cumbre. En su lugar, por unos 20€/persona, se puede subir hasta el Pavillón du Mont Frety, la primera parada descrita, así que eso es lo que hicimos.

Pavillón du Mont Frety

Una vez arriba, se puede dar un rápido paseo por el pequeño jardín botánico, como exposición de las diferentes especies de plantas y flores que pueden encontrarse en los Alpes, además de en otras regiones del mundo. Desde allí, a solo unos 15 o 20 minutos caminando, merece la pena acercarse hasta unas pequeñas cascadas de heladas aguas que bajan desde la cumbre, siempre a la vista del gran glacial del Montblanc.

Bichos en el jardín botánico

Tras el pequeño paseo, prolongamos un poco más nuestra estancia en las alturas, visitando las tiendecitas de recuerdos del interior del edificio de la estación del funicular, y tomando un refresco admirando la panorámica de las montañas. Además también, me hice con una botella del vino de la Cave du Montblanc, como mencionaba, el sitio de vinificación más alto de Europa.

Como curiosidad, cabe mencionar que en el SkyWay es donde se grabó una de las escenas de la última película de Kingsman: El círculo dorado, en donde la punta Helbronner aparece convertida en uno de los laboratorios de producción de la vacuna al virus de Poppy:




Sobre las cinco de la tarda emprendíamos la bajada en las cestas que circulan continuamente, y solamente en cinco minutos estábamos abajo para recuperar nuestro coche, con el que nos trasladaríamos ya a Courmayeur, a presentarnos en nuestro hotel.


Courmayeur... posh Alps

Si al otro lado de la montaña Chamonix es divino, el lado italiano no podía ser menos, y nos encontramos con que Courmayeur, quizás además más grande que Chamonix, es el gemelo posh, más aún si cabe, de la pequeña villa alpina francesa... porque claro, ¿quién no va a necesitar unos taconazos como los que se venden en sus tiendas más pijas en plenos Alpes? O ya puestos ¿quién se va a ir de allí sin uno de los Aston Martin expuestos en el hotel de mayor lujo del pueblo?

En todo caso es un agradable y bonito pueblo, caro y elitista por supuesto, pero que merece la pena visitar y como en nuestro caso pasar allí una noche. Todo su centro es peatonal, lleno de casas de piedra típicamente alpinas, y lo que hicimos una vez dejadas nuestras cosas en el hotel, fue salir a dar un paseo y aprovechar para en el supermercado comprar algunos productos típicos que nos queríamos ya llevar de vuelta a casa al día siguiente: vinos, pasta, quesos... una delicia.

Para el resto de la tarde noche, nos entregamos totalmente a la relajación tras tan largo día y, en general, viaje (con todo lo bueno que tiene viajar lo cierto es que también cansa mucho). Como era pronto para cenar, decidimos que qué mejor que tomar una aperitivo y disfrutar del entorno, por lo que nos sentamos en una terraza a tomar unos gintonics, acompañados para nuestra sorpresa de una generosa bandeja de antipasti... ¡si bien es verdad que al precio que iban era de recibo el acompañamiento!

El aperitivi

Tras una hora sentados, y porque escondido el sol ya comenzaba a hacer frío, nos fuimos a cenar unas ricas pizzas a un bonito restaurante de asequibles precios que ya habíamos calado antes. Y a tener una conversación larga y tendida sobre la vida, nuestros recuerdos, las personas que hemos querido y que echamos de menos, las que ya no están y... lo bien que lo hemos pasado y como lo vamos a echar de menos. Momentos nostálgicos, mágicos, intimistas... animados por el vino toscano y una compañía inmejorable.

Para rematar, ya noche cerrada y para digerir la cena, ¿qué mejor que un paseo hacia el interior de Courmayeur? Empezamos a caminar y vimos que en verdad había bastante animación... una especie de concurso de ¿canto? alpino, las terrazas llenas, gente paseando pese al fresco y los bares llenos... para hacer la última.

Y luego... camino de vuelta y a dormir. Buenas noches gattos, buenas noches Montblanc.


Resumen de la etapa

Para acabar, mapa del último recorrido si bien este en realidad en cuanto a coche fue bastante corto desde Aosta a Entrèves, y al adyacente Courmayeur, ya en la frontera con Francia por el túnel del Montblanc.


Paradas
Aosta-La Palud: 38km (30min).
La Palud-Courmayeur: 3km.

Hotel
Aquella última noche dormimos en el Hotel Triolet, algo apartado del centro de Courmayeur pero en todo caso a no más de 15 minutos caminando. Algo anticuado probablemente, pero más barato qeu otros y adecuado en todo caso para pasar la noche.

Hotel Triolet
Via Regionale 63,
11013 Courmayeur, Italia


La vuelta

Al día siguiente nos levantamos muy pronto, sobre las siete de la mañana, para acabar de hacer las últimas compras antes de partir y conducir prácticamente de vuelta durante todo el día. Desde Courmayeur volvimos hacia La Thuile para evitar el túnel del Montblanc y su caro peaje, y volver de nuevo por el Col du Petit Saint Bernard. Supone quizás una hora más de camino pero es apetecible de conducir una segunda vez, ésta por cierto nublada y con un frío tremendo.


Una anécdota con la que alucinamos bastante, es que en la frontera francesa del Col du Saint Bernard parecía que hubiera una convención de gendarmes en prácticas parando a todos los coches que por allí pasaban, con lo cual nos mandaron apartarnos y vinieron a hacernos toda una serie de preguntas... curiosas... ¡en francés! Y si no hablas francés, no vale de nada el inglés... no van a hablar los franceses ese infame idioma por Dios... antes uno de ellos más o menos hablaba una especie de español con el que entenderse con nosotros... que de donde éramos, que de donde veníamos, que a donde íbamos, que cuantos días habíamos estado en Italia, que qué llevábamos, que le enseñáramos la reserva de los hoteles... no sé si pensar que era rutina, estaban de prácticas, buscaban terroristas (interiouristes, ¿eh, Gatta?) o qué, pero bueno, al final pudimos seguir sin más percances.

Fue una vuelta bastante dura en cuanto a qué cruzar la Provenza en verano suele ser un infierno... no solo por el calor si no por el tráfico, y los grandes atascos que se forman por Valence, Avignon, Marseille e incluso más abajo hacia Montpelier... nos tuvieron parados un buen rato a la sombra de la "nucléaire". Nuestro plan hubiera sido quizás parar a comer en Orange, pero ante tal desesperación y por no salir de la autopista, comimos unos bocadillos que nos hicimos nosotros mismos con lo que compramos en la tienda del área de servicio cerca de Montelimar. Unas horas más tarde y exhaustos, llegábamos de nuestras pequeñas vacaciones. Ya lo echábamos de menos.

Comentarios