Gatti Valdostani: Cataratas de Lillaz, el Cervino y el Gran San Bernardo

Aún un poco maltrechos de la caminata del día anterior (algunas más que otros en realidad...), por lo menos íbamos a empezar nuestra visita de ese día sin siquiera tenernos que mover del lugar, pues en Lillaz, cerca del sitio donde estaba nuestro último hotel, se encuentran las cataratas del mismo nombre.

Estas son visitables llegando por un corto paseo que sigue el curso del río, así que una vez tomado el desayuno y pagada la cuenta del día anterior, movimos nuestro coche desde Cogne a Lillaz (ambos parte del mismo municipio de Cogne, separados un par de kilómetros), y lo dejamos en el aparcamiento con su correspondiente ticket para en máximo un par de horas pasear por las cataratas de Lillaz y contemplar su caída de agua, ya que hoy si que iba a ser una jornada de más conducción que el día anterior, por otros de los sitios hasta los que queríamos llegar, y que veremos a continuación.


Las cataratas de Lillaz

Tal y como decía, llegando a Lillaz en donde acaba la carretera, se abre una explanada de aparcamiento público delante de lo que son unas cuantas calles que componen la aldea de Lillaz, poco más que un bar, un supermercado y algún hotel junto al río, que debe cruzarse para seguir las indicaciones que llevan al lugar de las cascadas.

Caminando no más de cinco minutos subiendo paralelo al curso de río en lo que parece una orilla en plan parque municipal, se llega frente a la primera cascada, que cae a los pies de la orilla y consiste en un pequeño salto de agua de aguas bastante tranquilas. Se puede bajar a las rocas que hay justo enfrente saliendo del camino, lugar desde el que se pueden hacer las mejores fotos de este primer salto de agua.

La primera cascada

Como se observará, aunque el camino que lleva a las siguientes cascadas es de tierra y hay algunas pendientes, este es mucho más asequible que los de la jornada anterior, y las distancias para ver las cascadas mucho más cortas. Para ver la segunda simplemente se tiene que ascender por la pendiente ni 100 metros más, y se puede contemplar desde las barandas frente a este el segundo fantástico salto de agua, una catarata de donde el agua cae de una mayor altura.

La segunda...

Siguiendo el ascenso, se puede llegar hasta la tercera catarata, algo más lejos, pero que merece la pena ser vista pues también es la mayor, y ya rodeada de un terreno más agreste en pleno bosque. Para llegar a ella se sube la pendiente de la pequeña montaña hasta llegar a la cima de la segunda catarata, la cual se atraviesa sobre un pequeño puente metálico de barandas, para a continuación proseguir por el camino en lo alto que se interna en el bosque.

La última catarata cae desde una altitud aún mayor y más allá de ella se pierde en las alturas el curso de agua que baja desde los glaciares alimentando estos arroyos. Sin duda esta es la más espectacular y el remanso en el arroyo tras su caída el más apacible, motivo por el cual seguro algunos excursionistas tomaban su desayuno contemplando tan espléndida vista.

Y finalmente la tercera

Una vez llegados a la tercera catarata, hay que dar la vuelta y volver por el mismo sendero que baja de nuevo al poblado de Lillaz, por lo que una vez de vuelta en la explanada, repostamos en el bar para hacernos con algunas bebidas y emprender nuestro camino, que nos llevaría a otro de los míticos paisajes de los Alpes, a la sombra del impresionante Matterhorn... o Cervino como lo llaman en el lado italiano.


Breuil-Cervinia, encanto alpino

Si algo no es del todo perfecto en el Valle de Aosta, esto son las comunicaciones, o mejor dicho, las carreteras. Lógico ya que la complicada orografía formada de pequeños valles (como el de Cogne, de donde partimos) dificulta el trasiego, y si todos los caminos llevan a Roma, en el Valle de Aosta todos los caminos llevan precisamente allí, a Aosta, capital del valle, en donde íbamos a dormir esa misma noche.

Para ir a Breuil, originario nombre francés del lugar, rebautizado a la versión italiana de Cervinia durante la época fascista (como en algunos otros casos de nombres de poblaciones en la zona), debimos conducir aproximadamente hora y media pasando por Aosta para dirigirnos al este y a continuación decididamente hacia el norte, directamente hacia los Alpes que se iban haciendo grandes en la distancia conforme la carretera que nos llevaba hasta allí se estrechaba.

El lago Blu reflejando el Matterhorn

Justo antes de llegar a la población de Breuil-Cervinia propiamente dicha, hicimos una parada dejando justo el coche al lado la carretera, para deleitarnos con la visión del Lago Blu, un precioso lago alpino a los pies del Matterhorn, en el que este puede verse reflejado los días de buen tiempo. Desgraciadamente en esta ocasión el día no estaba totalmente despejado, especialmente por algunas nubes que cubrían las cumbres alpinas del Matterhorn y sus picos vecinos, pero aún así la evocadora estampa alpina no desmerecía para nada su visita, por lo que dar un pequeño paseo rodeando el lago es una obligación si se viene hasta aquí.

Casitas de madera en Breuil-Cervinia

Sin más dilación volvimos a subir al coche para llegar hasta el pueblo de Breuil propiamente dicho. Breuil-Cervinia es famoso como resort de esquí y por las actividades relacionas de las que allí se puede disfrutar en invierno, pero una visita veraniega es igual de provechosa, disfrutando del encanto de sus casas de madera con tejados de pizarra, sus calles adornadas y el encanto de un pueblo singular enclavado entre imponentes montañas.

Un glaciar colgando sobre Breuil-Cervinia, tal cual

Desde Breuil además se pueden emprender excursiones al llamado Plan Maison, accesible desde el telesillas o subiendo siguiendo su recorrido, desde el cual se puede contemplar el Lago Goillet, directamente frente al Matterhorn, un lago artificial junto a una central hidroélectrica. Honestamente debo confesar que nuestro plan original era haber hecho esta excursión a pie, ya que se trata de una ruta circular de aproximadamente 10 kilómetros que en teoría puede realizarse en 2-3 horas, pero escarmentados de la paliza del día anterior, no osamos aventurarnos tan pronto en otra caminata de inciertos resultados, por lo que tras una plácida visita del pueblo en la que adquirimos algunos recuerdos por la atracción que nos causó, decidimos subir aún a mayores alturas... dirigiéndonos al puerto del Gran San Bernardo.


El Gran San Bernardo: Suiza aguarda

Si, no llevábamos ni dos días completos en Italia y ya estábamos pensando en irnos a otro país... Suiza de hecho está más cerca de lo que parece, al otro lado del Matterhorn y el resto de Alpes, pero lo difícil es encontrar como atravesarlos. Uno de esos pasos es el del puerto del Gran San Bernardo, que conecta Italia con Suiza hasta Martigny como primera población más importante.

Nuestra ocurrencia fue... ¿pues por qué no irnos a comer a Suiza? ¡Y técnicamente eso es lo que hicimos! Deshaciendo el camino hasta Aosta de nuevo, como centro y nudo de comunicaciones como comentaba, nos dirigimos esta vez hacia el oeste y el norte, en donde existe un paso en donde los Alpes dan tregua y es posible cruzar las montañas en los meses de verano. Por supuesto, hay un túnel que une directamente Italia con Suiza sin necesidad de hacer el puerto de montaña... ¡pero eso no es divertido! Nada mejor que hacer un puerto con curvas y comprobar como la temperatura desciende grado a grado hasta marcar bajo cero en pleno agosto, mientras la niebla que rodea los Alpes te engulle y el día prácticamente se convierte en noche.

Los perreles de San Bernardo

Ciertamente debo decir que dos veces que he tenido el placer de subir hasta el Gran San Bernardo, dos veces que el tiempo era de perros... será por eso que los grandes perros de San Bernardo se sienten allí tan a gusto campando a sus anchas.

Con una altitud de 2.473 metros sobre el nivel del mar, se accede al puerto por una carretera asfaltada con una pendiente del 11% que fue construida en 1905, y que suele estar cerrada de octubre a mayo debido a la nieve. El paso es conocido y utilizado desde tiempos romanos, habiendo en la cima del puerto antiguamente templos dedicados a Júpiter, y habiendo sido atravesado durante su historia por personajes tan célebres o infames como Napoleón en sus conquistas, reyes y santos.

Debe su nombre precisamente al mismo San Bernardo del otro paso, el del pequeño San Bernardo, que en el año 1035 construyó un hospital en el paso para asistir a los viajeros, en el que los religiosos tenían unos grandes perros que pasaron a llamarse de la raza de San Bernardo. Precisamente el hospicio es aún hoy en día funcional, da asilo a viajeros, e incluso tiene las perreras en donde se crían los perros de esta raza, que tanto pueden verse paseados por allí por sus cuidadores, como verlos como parte a la visita que puede hacerse al museo de la historia del hospicio.

Congelados y calados hasta los huesos por la helada lluvia que caía en el alto del puerto, corrimos hasta el restaurante que en realidad se encuentra ya en la parte divisoria suiza... por lo que ciertamente realizamos nuestro propósito de pisar el país helvético y comer allí. Desconcertante es cuando a 10 metros de la frontera italiana ya te hablan en francés... ¡pues ahí estábamos, en la parte francesa de Suiza!

Pronto se pasó el frío con una deliciosa fondue de queso con cerveza de abadía, que nos dio calor y fuerzas, y levantó nuestros espíritus para plantearnos visitar el museo de los perretes... Gattos somos, pero amigos de los perretes también.

Una vez completada nuestra visita, y en vistas de que el tiempo no pareciese que tuviera visos de mejorar, nos fuimos poco más o menos que lloviendo a cántaros de vuelta a Aosta, en donde descansaríamos un poco mientras lloviese en nuestro hotel (que falta nos hacía) y ya saldríamos a dar un paseo y hacer algunas compras más tarde.


Augusta Praetoria

Teníamos nuestro alojamiento justo al lado del gran arco de triunfo romano en Aosta, en la calle principal en la que no puede accederse en coche, por lo qeu lloviendo a cántaros paramos a la entrada de la calle y fuimos a llamar a nuestro anfitrión. Estaba claro que estábamos teniendo buen gusto para la elección de alojamientos, y este no fue menos, pues la habitación consistía en un bonito y renovado apartamento con un amplio baño, terraza y espaciosa habitación.

El antiguo arco de triunfo a la mañana siguiente... ya sin lluvia

Tras un rato de descanso obligado debido a la persistente lluvia, decidimos aprovechar el tiempo para comprar algunas delicias locales en el súper: pasta, vino, salsas italianas... un poco de todo. Después de dejar las cosas volvimos a salir a tomar un aperitivo, para acabar cenando en un acogedor restaurante de cocina tradicional valdostana frente al hotel, el Borgo Antino, un restaurante "rebelde" a Trip Advisor (que como nos explico exige el pago de tasas para aparecer en su aplicación) y que resultó delicioso en cuanto a su oferta y servicio.

Spaghetti carbonara del Borgo Antico

Ya exhaustos de la marcha de todo el día, volvimos a nuestra habitación, esta vez a dormir incluso con la puerta de la terraza entreabierta, ya que aquí la temperatura era más templada. Al día siguiente disfrutaríamos de nuestro último día de vacaciones "útil" antes de la larga vuelta, con una visita ineludible a una de las montañas más importantes y famosas que delimitan no solo el valle, si no que sobresale en los Alpes y sirve de frontera de tres países.


Resumen de la etapa

Este si que fue un día de más conducción y visita de diferentes sitios que si bien en realidad no distan mucho entre si, se hace largo el trayecto debido a las condiciones de las carreteras. Se muestra en el mapa la ruta realizada con los sitios de interés comentados:


Paradas:
Cogne (Lillaz) - Breuil: 81km (1,5h).
Breuil - Paso Gran San Bernardo: 87km (1,5h)
Paso Gran San Bernardo - Aosta: 36km (1h)

Hotel
El B&B Augustus ofrece unos confortables apartamentos a un precio muy competitivo, situados en el corazón de la zona antigua frente al antiguo arco de triunfo romano.

B&B Augustus
Via Sant'Anselmo 128,
11100 Aosta, Italia

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