Bajo el sol de la Toscana: Primero hay que llegar

Puesto que ya falta menos para la primavera y ojalá pronto vuelva el buen tiempo (que no el calor... porque frío este invierno no es que por lo menos por aquí estemos teniendo...) y los días sean más largos, he decidido dedicar la próxima colección de posts a un lugar que recorrí a fondo la pasada primavera, en donde el cielo es más azul y la luz y los colores son más vivos: la Toscana en Italia.

Como una de las veinte regiones del país, esta región del noroeste de Italia, es famosa entre otras cosas por su arte y sus antiguas familias nobles, como los Medici, que prosperaron como banqueros y otros oficios que les proporcionaron buen sustento, hasta el punto de convertirse precisamente en mecenas de las artes y dejar su huella en las ciudades más representativas de la región: Florencia, su capital, Pisa o Siena. 

Aquel interés por las artes, constituyó un nuevo despertar de la propia humanidad después de la desolación producida en el siglo XIV en Europa por la peste negra, y es a lo que se vino a denominar en nuestros días Renacimiento, siendo esta región italiana el epicentro de este. Emprendemos así un viaje marcado por el abandono de lo medieval para la adopción de lo moderno, una transformación del mundo en algo más humano y bello, evocador e inspirador de la cultura clásica antigua que se idealizaba y recuperaba, un mundo de proporción y estética, plasmado en la arquitectura, pintura, literatura, escultura y exportado de aquí, al resto de cortes europeas que empezaron a interesarse por este nuevo renacer. 

Leonardo, Miguel Ángel, Rafael, Donatelo (aparte de tortugas ninja) fueron algunos de los grandes artífices de estas obras que han perdurado hasta nuestros días y que constituyen a día de hoy, gran parte de los fundamentos de nuestra cultura y del patrimonio de la humanidad. Pasemos a ver lo que conocemos de los libros de arte e historia, a vivirlo en primera persona a través de esta experiencia en la acogedora región toscana.

Como muchas de mis rutas, preferí partir desde aquí y disfrutar de la conducción en la zona con mi propio coche aunque se necesite un día para ir y otro para volver desde allí, pero siempre hay altos en el camino que justifican y hacen provechosas estas quilometradas. Otra opción es volar hasta Pisa o Florencia y allí alquilar un vehículo, pero lo que es seguro, es que merece del todo la pena contar con un coche para moverse libremente por la región más allá de las grandes ciudades, y disfrutar así con libre albedrío de todos los paisajes y pequeños pueblos, que son en realidad, los que constituyen el verdadero espíritu de la Toscana.


Un alto en la Vía Domitia

Como siempre, y ya que ancha es Francia, cualquier viaje en coche cuyo destino se encuentre más allá de las Galias hace difícil atravesar el país de una tirada. Esto que en principio puede parecer un inconveniente, no tiene por qué serlo, ya que en la Provenza, de camino a Italia, existen multitud de interesantes lugares en los que descansar y hacer noche, y en los que se puede, en el tiempo que quede, aprovechar para hacer visitas más relajadas.

Este es por ejemplo el caso de Arlés, a las puertas de la Provenza y junto a la antigua Via Domitia romana. fácilmente alcanzable a escasas cuatro horas de conducción desde casa Gatto, por lo que saliendo temprano por la tarde, estábamos allí ya sobre las seis, con aún luz y sol para disfrutar de una visita ligera.

Roma victis

En efecto, la antigua Theline (nombre romano de Arlés cuyo parecido con el actual obviamente es pura coincidencia...) conserva la huella de sus fundadores originales, con varios elementos declarados como patrimonio de la humanidad. Entre estos, su mayor atractivo sin duda son las arenas de Arlés, antiguo circo o anfiteatro romano, en un soberbio estado de conservación y en el que todavía se celebran entre otros, espectáculos taurinos propios y comunes también del sur de Francia.

Entre otros vestigios romanos, se encuentran también el teatro, parte de las murallas, y las termas de Constantino, aunque en mucho peor estado de conservación. Todas ellas están en el antiguo casco urbano en una zona peatonal, tranquila y agradable a pesar de ser Arlés ya uno de los grandes reclamos turísticos de la Provenza, si bien es cierto que siendo mi visita durante el viernes previo a la semana de Semana Santa, quizás la afluencia no era tan abrumadora como en los meses de verano.

Las arenas de Arlés

En general Arlés es un pueblo agradable que merece un paseo, en el que se puede ver también la gran plaza del ayuntamiento con su obelisco (Place de la Republique), u otros parques que delimitan la zona de los restos romanos junto al teatro.

Restos del teatro

Terminado nuestro paseo, nos fuimos a ver los restaurantes alrededor del gran anfiteatro con buena pinta, y nos acabamos decantando por Le Criquet, un restaurante mediterráneo en el que saboree unas deliciosas costillas de cordero a la provenzal regadas con vino occitano. Ya anochecido, volvimos hacia nuestro hotel para un merecido descanso... al día siguiente nos teníamos que levantar temprano para llegar ya no aún a la Toscana, pero entrar en Italia, en donde haríamos una segunda escala provechosa antes de llegar al destino principal de nuestro viaje.


Resumen de la etapa

No fue este un día completo de vacaciones ya que en realidad por la mañana había trabajado, y de ahí que emprendiéramos nuestro viaje por la tarde. Ello por lo menos supuso no un día demasiado intenso en cuando a conducción, por lo que nuestra primera parada fue la última, Arlés, en donde pasamos aquella primera noche.


Paradas
Mataró - Arlés: 397km (4h).

Hotel
Esa primera noche teníamos una reserva en el hotel Le Belvedere (**), cerca del cual hay un aparcamiento público en el que se puede dejar sin problemas el coche durante toda la noche e internarse en la zona más peatonal, donde se encuentra el hotel. Digamos que como hotel, aunque limpio, era mejorable en cuanto a amplitud de las habitaciones, y quizás ruido, ya que estaba en una plaza en la que había movimiento hasta tarde. Aún así, era barato y para una noche sirvió.

Hotel Le Belvedere (**)
Place Voltaire, 
13200 Arles, Francia

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