Bajo el sol de la Toscana: Portofino y la costa de Liguria bien merecen una parada

El plan para este día consistía en conducir por la mañana desde temprano para lo antes posible llegar a la región italiana de la Liguria, donde merece la pena pasar una noche por los interesantes lugares que allí se pueden visitar en la costa una vez pasada Génova, capital de la región.

Esta área, a las puertas ya de la Toscana, contiene en su costa entre Génova y La Spezia espléndidas playas y villas costeras, siendo un lugar de turismo interno típicamente italiano, sobretodo en verano, si bien lugares en la misma zona, como Portofino, son de reconocida fama mundial y visitados durante todo el año. Ese iba a ser precisamente uno de nuestros lugares de interés en donde pasar el día.

Además. más abajo siguiendo la costa hacia el sur, entre Portofino y La Spezia, hay otra zona de interés, llamada las Cinque Terre, declarada patrimonio mundial de la UNESCO por sus bellos pueblos al borde de las aguas: Vernazza, Monterosso, Corniglia, Manarola y Riomaggiore, que pueden ser visitados durante una jornada mediante el tren que parte desde La Spezia.


A través de los Alpes Marítimos

Con la idea de llegar sobre el mediodía a Rapallo, la localidad en la Liguria en donde teníamos pensado coger un ferry que nos llevara a Portofino, recogimos todo nuestro equipaje y nos dirigimos desde el hotel al coche que habíamos dejado en un aparcamiento público cercano a una hora en la que literalmente aún no habían puesto las calles... era aún de noche, poco antes de las siete de la mañana, y todos aún dormían, pero nos esperaban cinco horas de ruta hasta llegar a nuestro destino y había que salir temprano si se quería aprovechar el día. Lo bueno es que una vez allí no necesitaríamos movernos demasiado por ese día.

De esta forma, partimos de Arlés tomando la A7, para coger después la A8 siguiendo la autopista que pasa por las cercanías de Marsella, luego Niza, en donde paramos en un área de servicio para repostar y tomar un pequeño desayuno, y continuar dejando atrás Mónaco para internarnos en Italia por una carretera serpenteante llena de túneles que atraviesas grandes montañas que acaban abruptamente en el mar: ni más ni menos que las estribaciones de los Alpes que separan Francia e Italia, que en esta región son llamados los Alpes Marítimos, siendo la región hasta la propia Génova tan montañosa por esta misma razón.

Gattos al agua

Tras aproximadamente cinco horas sin demasiados percances (solo algo de tráfico en el cruce de la frontera) llegamos a Rapallo y dejamos el coche en el aparcamiento público cercano a la terminal de ferries, para a continuación hacernos con unos billetes que nos llevaran en una pequeña embarcación hasta Portofino. En realidad, es posible llegar hasta Portofino en coche, pero desaconsejable debido a la escasez de aparcamiento y las malas carreteras, que dada su estrechez hacen en ocasiones difícil el cruce entre dos vehículos, por lo que como no quería encontrarme un autobús de cara en esas condiciones, decidimos disfrutar de un agradable paseo en barca con la brisa marina.


La Dolce Vita en Portofino

Sitio turístico por excelencia de la región desde principios del siglo XX, Portofino conserva el encanto de un pequeño pueblo pesquero aislado en la punta de una pequeña península que sale hacia el Mediterráneo, difícilmente comunicado, lo que ayuda a la conservación de su encanto y lujo decadente.

Mientras tanto en Portofino...

Orientado totalmente al turismo, impresiona su cuidado aspecto con sus casas de colores en su pequeño puerto de embarcaciones que recibe a los visitantes. Nuestra gran suerte fue que pese a ser un sábado, no era aún el de las vacaciones de Semana Santa, si no el anterior, por lo que para nada había una gran cantidad de turistas, y se podía disfrutar tranquilamente de la bella localidad.

Entre los lugares de interés que pueden visitarse, además de su paseo marítimo que rodea la pequeña bahía, destaca su castillo y la cercana iglesia de San Jorge, de la que se dice que conserva reliquias del santo y soldado. No obstante, son las espléndidas vistas panorámicas del paseo las que deleitan a los viajeros, y sin duda la mejor actividad posible es comer en uno de los deliciosos restaurantes del paseo disfrutando de estas vistas mientras se degusta pescado o marisco de la zona.

De la pesca a los yates

Ciertamente, nosotros escogimos el Ristorante Stella, en el que disfruté de unos deliciosos Spaghetti a la Vongole con vino blanco, y mi acompañante de unos Calamari Fritti igualmente con una pinta estupenda, que mejor supieron aún a la vista de la espléndida panorámica. Y es que en verdad Portofino es tan famoso, que muchos anuncios publicitarios han tirado de su fama para promocionar sus productos... ¿quién no recuerda si no al famoso hombre Martini con una jovencísima Charlize Theron mientras se le deshacia el dobladillo de la falda? Maldito logo de Martini...




Algo que no había comentado aún, es que el ticket del ferry da derecho a desembarcar en las paradas intermedias antes de llegar a Portofino, por lo que es una forma fantástica de explorar las pequeñas localidades de la costa de la península, a las que merece la pena dedicarles un breve paseo entre barco y barco. Eso es precisamente lo que hicimos, y a la vuelta bajamos a medio camino, en la pequeña localidad de Santa Margherita Ligure, llamada la perla del Tigullio, antes de volver a nuestro origen.


La perla del Tigullio

Así pues, cuando cogimos el barco de vuelta hicimos una breve parada en la localidad de Santa Margherita, otro lugar turístico de la costa de Liguria, tranquilo en esta época, pero seguramente abarrotado en meses de verano.

Tras un pequeño paseo alrededor viendo las playas, en las que realmente había algunos bañistas pese a las tempranas fechas de la recién estrenada primavera, nos volvimos a coger el próximo ferry para volver a nuestro orígen, Rapallo.

La perla del Tigullio

Allí pasaríamos esa noche, pero aún haríamos una última visita que merecería mucho la pena, aprovechando ya las tardes que se alargaban y la luz hasta horas más tardías. Nos dirigimos así hacia Camogli, también en la costa pero al lado norte de la península, una encantadora localidad junto al mar cuya visita mereció mucho la pena.


Camogli

Ya al atardecer, tras recorrer unos pocos quilómetros desde Rapallo, llegamos a Camogli, cuyo significado literalmente sería "casas muy juntas", seguramente por sus estrechas calles. Este es otro pueblo en la costa de Liguria con una amplia playa bañana por el Mediterráneo, en el que por las horas a las que llegamos, o por la mayor afluencia turística, o a saber, parecía que costaba un poco más encontrar aparcamiento, al menos en las calles por las que se llega al paseo junto al mar, pero justo antes de este, donde acaba la zona transitable, se abre un amplio aparcamiento público en el que se puede dejar el coche por unas pocas monedas y visitar la localidad.

Orientado de cara al mar, la luz dorada del atardecer convertía la panorámica de las vistosas casas de colores de la fachada del paseo en una idílica postal de un precioso pueblo italiano, un poco con ese aspecto antiguo y decadente que puede recordar ciudades como Oporto.

Colorín... colorado...

Lo más atractivo de la visita es recorrer el largo paseo marítimo alzado, bajo el que se divisa el mar y la playa, lleno de pequeños restaurantes con terraza en los que sin duda hubiera sido muy placentero tomar la cena. El paseo acaba en la basílica de Santa Maria Assunta, y por detrás, se puede ver otra atractiva panorámica del pequeño embarcadero rodeado de tantos otros edificios pintados de vivos colores.

Ya bien entrada la tarde, nos volvimos para descansar ya en el que tenía que ser nuestro alojamiento de aquella noche en Rapallo, en donde SI costaba mucho encontrar aparcamiento. Normalmente siempre procuro reservar establecimientos con aparcamiento precisamente para evitar este tipo de problemas y por suerte este fue el caso... pero cual fue mi sorpresa cuando al llegar al hotel me dijeron que todo el aparcamiento estaba completo, pese a que tenía garantizada una plaza que había reservado ya hacia tiempo. Por suerte, pudimos buscar una solución al malentendido y aparcar en la puerta del hotel, que sin ser el aparcamiento propiamente dicho, me permitieron dejar allí mi coche por esa noche.

La colorida costa de Liguria

Tras instalarnos y después de un pequeño descanso, salimos a dar una vuelta por Rapallo y a cenar por la zona del paseo algo rápido, ya que de lo que más ganas teníamos ya después de un día tan largo era de dormir. Nos inclinamos por el Ristorante Vesubio, en donde cominos una pizza acompañada de cerveza de trigo alemana, y nos volvimos arecuperar fuerzas para el día siguiente... por lo menos ya no estábamos tan lejos de la Toscana.


Resumen de la etapa

Como he descrito, fue este un día intenso en cuanto a conducción, por lo menos por la mañana, si bien ya por la tarde todas las visitas fueron en los alrededores y ya nos quedamos prácticamente a las puertas de la Toscana. A continuación podemos ver el detalle de la ruta efectuada.


Paradas
Arlés - Rapallo: 480km (5h).
Rapallo - Camogli: 10km (15min).

Hotel
Una vez superado el incidente con el aparcamiento comentado, nuestro alojamiento para esa noche fue el Hotel Stella (***) regentado por una pintoresca mamma italiana de cuyo voluble carácter ya fuimos testigos durante el incidente con nuestro lugar para aparcar. El hotel en sí está bastante bien, con la pinta típica de hotel de playa en sitio turístico y un precio acorde al lugar, unos 90€/noche.

Hotel Stella (***)
Via Aurelia Ponente, 6
16035 Rapallo, Italia

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