A una tempranísima hora rayana en la locura de ese 30 de mayo, dejábamos el hotel Club Quarters de Philadelphia que nos había servido de base para dirigirnos hacia la parada del autobús cerca de la estación, en donde usaríamos una compañía diferente para trasladarnos al que sería nuestro último destino de este viaje, Washington DC, distrito de Columbia y capital federal de los Estados Unidos.
Lo único apetecible a esas horas, era intentar dormir un poco de camino a la capital, así que una vez acomodados en nuestros asientos, intentamos dar una cabezada. Los autobuses Megabus resultaron divertidos porque montan unos llamativos asientos con tapizados azules cantones y números amarillos no menos chillones que recordaban al número de los refugios Vault del videojuego Fallout, con lo que sentado en mi asiento número 12 me faltaba solo mi pip-boy y mono a juego.
Tras algo más de tres horas de viaje, enfilábamos una ancha avenida de entrada al centro de Washington y llegábamos hasta Union Station, estación central de trenes en donde cogeríamos un tren de alta velocidad de vuelta a Boston al fin de nuestro viaje, pero que nos daba también la bienvenida como estación de autobuses. Allí mismo tomamos un taxi que en pocos minutos más nos llevó hasta el hotel River Inn en el que pasaríamos las próximas dos noches, siendo este con diferencia el hotel más amplio y acogedor al tratarse la habitación prácticamente de un pequeño apartamento incluso con su propia cocina incluida.
Llegada a Washington
Tras acomodarnos, nos quedaba todo el día por delante para empezar a sumergirnos en la capital de los Estados Unidos. Iba a ser la segunda vez que visitaba la capital federal, diseñada a semejanza de un París de grandes avenidas y rotondas a las orillas del río Potomac, y fundada en 1790 entre los estados de Virginia y Maryland.
Al no estar englobada dentro de ningún estado, si no en el llamado distrito de Columbia al que corresponden las siglas DC, la ciudad está directamente bajo la jurisdicción y gobierno del estado federal, siendo sede de grandes instituciones mundiales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización de la Energía Atómica... y otras tantas conocidas instituciones nacionales como el FBI o el Instituto Smithsoniano.
Si Wall Street en Nueva York era el lugar en donde se manifestaba el poder económico norteamericano, como capital federal, Washington aglutina todos los lugares representativos del poderío político de Estados Unidos como la Casa Blanca y el Capitolio en el que se reúne el Congreso de la nación y Senado de los Estados Unidos, así como la mayoría de edificios de los diferentes departamentos (lo que vendría a ser ministerios) del gobierno.
La ciudad federal es sede también de los cuarteles generales de los ejércitos americanos de tierra, mar y aire en el que es el edificio de oficinas más grande del mundo, el Pentágono, así como lugar de reposo de muchos veteranos uno de los cementerios cercanos a la ciudad más famosos del mundo, el cementerio de Arlington.
Como ciudad monumental, destaca el gran parque central de la capital llamado National Mall, en donde se puede ver en su centro el obelisco del monumento a Washington y a cada uno de sus lados dos de los más emblemáticos lugares, el Memorial de Abraham Lincoln junto al famoso estanque reflectante, y el Capitolio en su otro extremo.
En el interior y alrededor de este gran parque así mismo, se encuentran una gran cantidad de puntos de interés que incluyen los museos Smithsonianos, el museo aeroespacial, los monumentos memoriales a la mayoría de guerras en las que los Estados Unidos ha estado involucrado y la propia Casa Blanca en las cercanías de su extremo norte.
En los prácticamente dos días útiles que íbamos a tener para visitar la ciudad, intenté si no de forma óptima, planificar lo más eficientemente posibles las visitas a realizar y su orden, de forma que nos fuera posible ver la mayoría de lugares imprescindibles, pero también alguno que otro que la primera vez no pude ver o visitar de cerca: básicamente el Pentágono, el Capitolio y la Biblioteca del Congreso.
Puedo prometer y prometo que se supone que el Pentágono se puede visitar por dentro, y existe una página web del gobierno federal en donde se puede consultar la disponibilidad de plazas para visitas, pero también puedo afirmar que mirando con dos meses o más de antelación varias veces, nunca conseguí obtener las dos plazas que hubiera necesitado... ¡ni escribiendo! ¡decían que ya estaba todo completo!
Sobre la Casa Blanca ya mejor ni hablamos. Se supone, porque parece que sea una leyenda urbana que corre por ahí, que a través de la embajada del respectivo país del visitante se puede aplicar para una "licencia" de visita gestionada por la propia embajada que se encarga de la petición y los trámites. En el caso de Gatto, la embajada española contestó a su petición con un escueto mensaje indicando que actualmente no se realizaban visitas a la casa de Zanahorio, con lo cual si anteriormente lo has hecho o en algún momento después de leer esto, deja tu comentario y cuéntame tu experiencia, serás el héroe de Gatto.
En las próximas entradas hablaré principalmente del National Mall, que es a lo que dedicamos gran parte de ese mismo día de llegada, de la visita al Capitolio que puede hacerse mediante reserva previa que puede obtenerse por Internet y la Biblioteca del Congreso anexa, los alrededores de la Casa Blanca, y los lugares de interés castrense: a saber, cementerio de Arlington, el Pentágono por fuera y el Memorial del atentado del 11-S y el Monumento a los Marines... ¡Oorah! Es decir, bien, bien tres o cuatro buenas entradas más con las que acabaré este fantástico viaje... ¡permanezca en Gatto sintonia!
Lo único apetecible a esas horas, era intentar dormir un poco de camino a la capital, así que una vez acomodados en nuestros asientos, intentamos dar una cabezada. Los autobuses Megabus resultaron divertidos porque montan unos llamativos asientos con tapizados azules cantones y números amarillos no menos chillones que recordaban al número de los refugios Vault del videojuego Fallout, con lo que sentado en mi asiento número 12 me faltaba solo mi pip-boy y mono a juego.
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El National Mall |
Tras algo más de tres horas de viaje, enfilábamos una ancha avenida de entrada al centro de Washington y llegábamos hasta Union Station, estación central de trenes en donde cogeríamos un tren de alta velocidad de vuelta a Boston al fin de nuestro viaje, pero que nos daba también la bienvenida como estación de autobuses. Allí mismo tomamos un taxi que en pocos minutos más nos llevó hasta el hotel River Inn en el que pasaríamos las próximas dos noches, siendo este con diferencia el hotel más amplio y acogedor al tratarse la habitación prácticamente de un pequeño apartamento incluso con su propia cocina incluida.
Llegada a Washington
Tras acomodarnos, nos quedaba todo el día por delante para empezar a sumergirnos en la capital de los Estados Unidos. Iba a ser la segunda vez que visitaba la capital federal, diseñada a semejanza de un París de grandes avenidas y rotondas a las orillas del río Potomac, y fundada en 1790 entre los estados de Virginia y Maryland.
Al no estar englobada dentro de ningún estado, si no en el llamado distrito de Columbia al que corresponden las siglas DC, la ciudad está directamente bajo la jurisdicción y gobierno del estado federal, siendo sede de grandes instituciones mundiales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización de la Energía Atómica... y otras tantas conocidas instituciones nacionales como el FBI o el Instituto Smithsoniano.
Si Wall Street en Nueva York era el lugar en donde se manifestaba el poder económico norteamericano, como capital federal, Washington aglutina todos los lugares representativos del poderío político de Estados Unidos como la Casa Blanca y el Capitolio en el que se reúne el Congreso de la nación y Senado de los Estados Unidos, así como la mayoría de edificios de los diferentes departamentos (lo que vendría a ser ministerios) del gobierno.
La ciudad federal es sede también de los cuarteles generales de los ejércitos americanos de tierra, mar y aire en el que es el edificio de oficinas más grande del mundo, el Pentágono, así como lugar de reposo de muchos veteranos uno de los cementerios cercanos a la ciudad más famosos del mundo, el cementerio de Arlington.
Como ciudad monumental, destaca el gran parque central de la capital llamado National Mall, en donde se puede ver en su centro el obelisco del monumento a Washington y a cada uno de sus lados dos de los más emblemáticos lugares, el Memorial de Abraham Lincoln junto al famoso estanque reflectante, y el Capitolio en su otro extremo.
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Pequeño memorial de la Primera Guerra Mundial |
En el interior y alrededor de este gran parque así mismo, se encuentran una gran cantidad de puntos de interés que incluyen los museos Smithsonianos, el museo aeroespacial, los monumentos memoriales a la mayoría de guerras en las que los Estados Unidos ha estado involucrado y la propia Casa Blanca en las cercanías de su extremo norte.
En los prácticamente dos días útiles que íbamos a tener para visitar la ciudad, intenté si no de forma óptima, planificar lo más eficientemente posibles las visitas a realizar y su orden, de forma que nos fuera posible ver la mayoría de lugares imprescindibles, pero también alguno que otro que la primera vez no pude ver o visitar de cerca: básicamente el Pentágono, el Capitolio y la Biblioteca del Congreso.
Puedo prometer y prometo que se supone que el Pentágono se puede visitar por dentro, y existe una página web del gobierno federal en donde se puede consultar la disponibilidad de plazas para visitas, pero también puedo afirmar que mirando con dos meses o más de antelación varias veces, nunca conseguí obtener las dos plazas que hubiera necesitado... ¡ni escribiendo! ¡decían que ya estaba todo completo!
Sobre la Casa Blanca ya mejor ni hablamos. Se supone, porque parece que sea una leyenda urbana que corre por ahí, que a través de la embajada del respectivo país del visitante se puede aplicar para una "licencia" de visita gestionada por la propia embajada que se encarga de la petición y los trámites. En el caso de Gatto, la embajada española contestó a su petición con un escueto mensaje indicando que actualmente no se realizaban visitas a la casa de Zanahorio, con lo cual si anteriormente lo has hecho o en algún momento después de leer esto, deja tu comentario y cuéntame tu experiencia, serás el héroe de Gatto.
En las próximas entradas hablaré principalmente del National Mall, que es a lo que dedicamos gran parte de ese mismo día de llegada, de la visita al Capitolio que puede hacerse mediante reserva previa que puede obtenerse por Internet y la Biblioteca del Congreso anexa, los alrededores de la Casa Blanca, y los lugares de interés castrense: a saber, cementerio de Arlington, el Pentágono por fuera y el Memorial del atentado del 11-S y el Monumento a los Marines... ¡Oorah! Es decir, bien, bien tres o cuatro buenas entradas más con las que acabaré este fantástico viaje... ¡permanezca en Gatto sintonia!
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