Con Florencia llegaba el clímax y fin
de nuestra ruta por la Toscana, pero como la vuelta a casa desde Florencia
hubiera sido una salvajada, aún exprimimos el penúltimo día de nuestro viaje
para emprender el camino de vuelta, pero haciendo una parada aún por aquella
noche en el pequeño país entre la frontera de Francia e Italia, a los pies de
los Alpes Marítimos: Mónaco, poco más que un pueblo grande con grandes
edificios y empinadas cuestas incrustado en las estribaciones de los Alpes que bajan
hasta el mar, todo un icono de la Costa Azul.
Siempre es un lugar interesante para
hacer noche y recrearse con la farándula, el lujo, los coches caros y el mirar
y ser visto, que es el juego que allí nunca pasa de moda, aunque en mi caso
pueda aspirar como mucho a ser un mero espectador de tanto hedonismo y vanidad…
No obstante, sentarse en la terraza del Café de París a ver la fauna, es una
actividad imprescindible para mimetizarse con el entorno.
Completaríamos nuestra vuelta con una
última parada al día siguiente para desayunar en Niza y dar una vuelta por el
paseo que fue tristemente famoso debido a los atentados del 14 de Julio de
2016. Después de eso nos esperaba una dura vuelta en la que ya paramos para lo
mínimo imprescindible.
Montecarlo
Con el objetivo de poder pasar
mínimamente medio día en Montecarlo, salimos esa mañana de Florencia tras pagar
la abultada tarifa del aparcamiento de Santa María Novella y rezando para no
volver a perderme en la vorágine florentina. Por suerte, una mañana de festivo
a esas horas, disminuía bastante el tráfico y rápidamente encontramos la salida
hacia la autopista.
La ruta hacía Mónaco sería de entre
cinco y seis horas de duración, llevándonos de nuevo a la costa, y a través de
Génova, de vuelta a los Alpes Marítimos y la Costa Azul, región en donde se
encuentra la capital, Montecarlo, de hecho en su única municipalidad, Mónaco.
Es un país tan diminuto que literalmente es el segundo país del mundo más
pequeño después de la ciudad del Vaticano, y aunque es independiente y
soberano, estuvo ligado como principado a Italia hasta la invasión francesa de
Niza en el siglo XIX, aunque la dinastías de los Grimaldi, la familia real de
Mónaco, se remonta a la Edad Media.
Paraíso fiscal, fundadores de un
casino en tiempos en los que el juego estaba prohibido en los países vecinos,
resguardo de lujo y nido de vanidad, Mónaco prosperó conectándose al
ferrocarril, ingresando dividendos a cuenta de las ganancias de su casino, y ya
a principios del siglo XX organizando exóticos acontecimientos como el primer
gran rally de Montecarlo hacia 1911 y sobreviviendo como colaboracionistas
tanto de Vichy primero, como de la invasión de las tropas nazis segundo,
durante la Segunda Guerra Mundial.
Como es prácticamente imposible aparcar en el centro de Mónaco, en las calles más próximas a la Rotonda del Casino, lo más recomendable es dejar el coche en uno de los muchos aparcamientos cubiertos subterráneos alrededor, para lo que nosotros escogimos el aparcamiento Indigo, y como ya era hora de comer nos fuimos a buscar un sitio con vistas al puerto deportivo en la famosa cuesta de la fórmula 1. Sin duda para los seguidores del automovilismo no pasará desapercibida la existencia de los pianos pintados de blanco y rojo en las calles que conforman el circuito urbano de Montecarlo, y famosas localizaciones como la del túnel, la curva del casino o la horquilla de Loews. Respecto a sitios para comer, todo es estúpidamente caro por el sitio en el que nos encontramos, y tampoco esperéis encontrar en cuanto a gastronomía nada particularmente destacable… al menos en los sitios que pude ver y permitirme.
Una vez saciado nuestro apetito,
queríamos aprovechar primero para hacer algunas compras de productos franceses:
quesos, vinos… aun estando en Montecarlo hay un Carrefour justo debajo de uno
de los edificios más altos y destacables cerca de la rotonda del Casino en la
Rue des Genets, en donde los precios son asequibles y puede comprarse vino,
champagne, quesos o los productos que más guste el interesado. Así pues
justamente eso hicimos, y dejamos ya nuestra compra en el coche lista para ser
llevada a casa al día siguiente.
Durante la tarde, para una visita corta
como fue el caso, y sin ser además la primera, la zona de mayor interés por su
glamour es sin duda la del casino, en la misma rotonda que el Café de París y
Hotel del mismo nombre. Es aquí por donde pasan todos los playboys a recrearse
con sus coches de lujo, muchos de los cuales pueden verse aparcados a la puerta
del casino, al que no se puede entrar sin estricto vestido de etiqueta (para
los turistas ya existe el casino del lado del Café de París, pero al bueno no
es tan evidente entrar). Como decía, una velada en la terraza del Café de París
tomando una cerveza por el módico precio de 10€, es más que recomendable para
empaparse del glamour del principado.
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Gattomóvil... what else? |
Otras atracciones recomendables que no se tienen que dejar de ver si se cuenta con más tiempo, son el cambio de guardia en el Palacio Real, que queda bastante más apartado de la zona del Casino y a donde se tiene que subir caminando por una cuesta bastante empinada, pero precisamente cerca del Palacio queda también la catedral, con su aspecto impecable como si hubiera sido acabada de construir. Incluso no demasiado lejos quedan las pistas de tenis en donde se celebra el famoso Open de Montecarlo… curioso es ver como tantos edificios tan grandes como incluso el estadio de futbol quedan incrustados en espacios tan confinados y de pendientes tan pronunciadas.
Aquella noche sin embargo, con todo el
cansancio acumulado en el viaje, bastante tuvimos con hacer un rato el paripé
enfrente del Casino y gastarnos unos euros en el video póker sin mucho éxito…
nos esperaba una dura vuelta y nos fuimos a descansar sin más.
Niza y las carreteras de la cornisa
Al día siguiente, antes de emprender
definitivamente el camino de vuelta, había una última cosa a hacer que estando
por allí sería una experiencia imperdible de realizar… emular a Grace Kelly
conduciendo por las carreteras de la cornisa aunque sea al volante del Gatto-móvil
y no del Rover P6 que llevaba la princesa, o puestos a elegir, de cualquier
Ferrari o Maserati de los que tantos pueden verse por la Costa Azul.
Las carreteras de la cornisa, hasta en
tres niveles diferentes, unen Mónaco con Francia, bajando hasta Niza. Pegadas a
las estribaciones de los Alpes Marítimos, ofrecen unas vistas idílicas y
espléndidas de la costa mediterránea desde los acantilados. En su recorrido
pueden verse multitud de villas, pueblos de montaña, ruinas romanas y parajes
de increíble belleza a lo lejos, siendo las rutas de las cornisas famosas por
el retrato de ellas hecho en muchas películas de la famosa Riviera.
Una vez en Niza, aparcamos por una
hora en uno de los aparcamientos cerca del paseo y tomamos un desayuno fuerte
para coger fuerzas para el viaje. Mientras, contemplábamos la panorámica de la
Costa Azul y la playa, diciendo así adiós a nuestra última aventura en aquel
momento. Tras varias horas después, sorteando algún que otro atasco sobretodo
en la región de la Provenza, llegaríamos de nuevo a casa… solo para empezar a
pensar cual sería nuestra próxima aventura.
Resumen de la etapa
La ruta de vuelta completa en dos días, con receso nocturno en Montecarlo, nos devolvió de la Toscana a casa siguiendo toda la costa de Liguria y atravesando los Alpes Marítimos para volver por la Costa Azul hasta la Provenza y de ahí de vuelta a nuestro orígen.
Paradas
Florencia - Mónaco: 412km (5h).
Mónaco - Niza: 20km (30min).
Niza-Mataró: 631km (6h).
Hotel
Si todo era estúpidamente caro en Montecarlo, por supuesto, los hoteles no iban a ser menos, por lo que por el astronómico precio de 110€/noche, conseguimos una habitación en un hotel de tres estrellas, Villa Boeri, que dejaba bastante que desear en cuanto a instalaciones y sobretodo, ruido... aunque eso era más tema de los vecinos de habitación que podrían haber sido más educados. No dejarse confundir por el municipio de Beausoleil en donde se encuentra este hotel... está literalmente a una calle del Casino de Montecarlo, pero en una zona que ya es Francia, así de pequeño es Mónaco.
Villa Boeri ***
29 Boulevard du General Leclerc
06240 Beausoleil, Francia
Paradas
Florencia - Mónaco: 412km (5h).
Mónaco - Niza: 20km (30min).
Niza-Mataró: 631km (6h).
Hotel
Si todo era estúpidamente caro en Montecarlo, por supuesto, los hoteles no iban a ser menos, por lo que por el astronómico precio de 110€/noche, conseguimos una habitación en un hotel de tres estrellas, Villa Boeri, que dejaba bastante que desear en cuanto a instalaciones y sobretodo, ruido... aunque eso era más tema de los vecinos de habitación que podrían haber sido más educados. No dejarse confundir por el municipio de Beausoleil en donde se encuentra este hotel... está literalmente a una calle del Casino de Montecarlo, pero en una zona que ya es Francia, así de pequeño es Mónaco.
Villa Boeri ***
29 Boulevard du General Leclerc
06240 Beausoleil, Francia
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